Dom 21.04.2013
rosario

CONTRATAPA

Lo inexplicable

› Por Adrián Abonizio

* Tenía una librería. Pequeña, artesanal, cuidada. Le robaban ejemplares por su exagerada confianza en el género humano y porque no admitía que alguien se pudiera quedar con algo ajeno y más aún con un libro, objeto sagrado si los hay. Un amigo le presentó a una chica pequeña, con cara de bruja, vestida a la antigua. "Te va a ayudar. Es vidente y adivina quien roba y quien no". La paga consistía simplemente en dejarla leer todo lo que quisiera. En un mes detuvo a cinco personas y sin violencia le retiraba los ejemplares escondidos entre sus cosas con una pena y satisfacción enormes. La bruja sólo contemplaba desde sus ojos de tomógrafo la escena.

* Al pibe no le explicaban nada. Su mamá no tenía casi lengua y el padre volvía de la fábrica ausente y fusilado. La llegada de los albañiles lo revolucionó: Por fin tenía con quien hablar y lo dejaban jugar en la arena y hasta le hacían preguntas y charlaban en el descanso del mate. Un mediodía hasta comió asado con ellos. Cuando se fueron sin despedirse lloró todo un día. Su madre, empecinada en ver la novela, hastiada, lo fajó a chancletazos. El pibe aún recuerda la escena con furia: él había pensado que esos tipos que construían en los fondos eran parte de su familia. Pero nunca nadie le explicó. En esto piensa mientras hoy revoca y el niño de la familia lo charla y él sonríe y le regala bloquecitos de portland con que levantar sus casitas.

* Cuando ocurrió aquello, en esa noche serrana lejos de asustarse se maravilló: Por la ventana abierta mientras él miraba el techo con la luz prendida ensoñado en el silencio de grillos y ventisca vió asomarse el morro completo de un caballo curioso por el rectángulo iluminado de la ventana. Le estaban dando la bienvenida. Tanto que se quedó a vivir para siempre.

* Le jaquearon la cuenta al punto que en sus contactos había gente del pasado, odiada y perjuriada en nombre del Bien a quienes nunca más iba a escribirles y resultó que se encontró con ellas quienes le preguntaban que pasaba. Como no tenía ganas de explicar el asunto, sencillamente contestó con un Nada generalizado. Y algunos le recriminaron su sicopatía, su histeria y su cobardía. En fin, se dijo, mientras cambiaba la contraseña por tercera vez en la semana.

* La acompañó hasta el auto y al verla tan borracha condujo. Mientras lo hacía una laucha apareció emergida del capot y se tiró al pavimento. "¿Viste eso?", dijo ella en medio de las brumas del alcohol. El, que había distinguido todo claramente le aconsejó cerrar los ojos porque empezaría a ver cosas raras como le solía ocurrir cuando tomaba. Ella se asustó y pidió que la acompañase hasta su casa y se quedara a dormir. "Es por mis visiones", tartamudeó. En el amanecer mientras la desnudaba, aterida de frío y de pavor a la vez que se dejaba acariciar con los ojos fuertemente cerrados, el agradeció al roedor por el momento regalado.

* "Los lagos artificiales son un reducto de entes inimaginables; oscuridades que nacen del cemento, del fondo espúreo que rechaza toda actividad paranormal real por una combinación siniestra entre lo nacido por mano del hombre y de la basura acumulada que se forma y provoca nacimientos de monstruos". En algo así pensaba porque veía a una dulce parejita meter sus manitos en el agua mientras remaban con un botecito de propaganda de yogurt, apto para la masacre, la sangre y las escenas horrorosas. No le sorprendería que una boca llena de dientes los arrastrara. Sería justicia, además.

* Cuando chico iban hasta el campito con su primo y pateaban penales imposibles, solo apuntando a chapitas que colgaban del travesaño en lugares inalcanzables. Acertarles era garantía de gol. Cuando en esa final tuvo que definir se acordó de aquello y para colmo, la toalla blanca del uno que pendía del costado interno de la red era una invitación. Hacia allí fue, sin tener en cuenta que era su primo aquel arquero que ya estaba volando y rozándola con un dedo, expulsando la pelota fuera y convirtiéndose en héroe de la noche. "No me dí cuenta que se acordaría", dijo amargamente a los periodistas que se están preguntando aún hoy el significado de la frase.

* La tía Eufrasia lo que tenía de espiritual lo tenía de egoísta. Se creía destinada a grandes revelaciones pero era torpe, avara y estúpida. Pelota que caía en su patio jamás volvía. Un día uno de los pibes oyó que esperaba que se le manifieste algo divino, por lo que pergeñó aquello de tomar a la Virgen y al Niño y pasearlo en la noche atado con un palo y con una linterna debajo, por la medianera de su casa. Cuando sintieron abrirse la celosía y oírla murmurar un "¡ay Dios mío!", entendieron el arte de la mentira. La cabezota de hombre que se asomó, el corpachón en calzoncillos, el manotazo y la puteada que recibieron les arruinó el chiste. Entendieron que a la tía Eufrasia parecían gustarle tanto las cosas del espíritu como las de la carne.

[email protected]

(Versión para móviles / versión de escritorio)

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS rss
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux