Lunes, 22 de abril de 2013 | Hoy
Por Dahiana Belfiori
Es larga la semana, pero pasa volando. Mariposas blancas tendidas en la terraza. El broche sujeta las horas del día que vuela, que sigue volando. Mariposas sujetadas a la cuerda del aire. Hay vida en el cemento. Una mujer toma el colectivo a las siete de la mañana. Desayuna segundos. El café espera en la oficina de nadie, café caliente nunca tomado en el monoambiente que alquila desde hace tres años. El tiempo corre a la velocidad de unas mariposas blancas, decentemente blancas, tendidas en la terraza de sábado. El sábado se lava la semana blanca. El domingo se descansa, con suerte. La nausea de domingo no es mito y tampoco es de colores. Ni la nausea ni el domingo. Ausencia de colores es la angustia que acorrala a la semana blanca. ¿Hay vida? Son mariposas, ¡hay que liberarlas! Cárcel de cemento. Cementerio de vidas. Cajas vacías. ¡Hay una vida! ¿Hay que liberarla?
*
Duerme el niño en su cuna hecha de paciencia y canciones antiguas. Duerme el niño y me acuesto en su noche, aunque llame la urgencia del día. Su mamá me dice, casi desde la puerta del ascensor, que ya tomó la mamadera y que tal vez despierte pronto. Si llora querrá brazos y abrazos. Me quedo detenida a su lado, suspendida al ritmo de la respiración hija. Trato de imitarla, para aprehender su pausa de aire. Inspiro y me enseña a atrapar aromas y calores; exhalo y me lleva a pasear a su tierra de luces y colores; suspiro y me da la mano para entrar al mundo de las voces sin sentidos, de la palabra indefinida. Un aleteo de mariposas le despierta las olas del sueño profundo en el que se mecía. Acaricia su piel, pañuelito de papel. La suavidad del sol le aterriza por cada ala y se posa amarilla en su mejilla izquierda. Tuerce la boca en gesto de sorpresa. Amaga el llanto. Gana la tibieza de la luz y una sonrisa tímida florece en hoyuelos sin dentadura. Lo observo despertar y le devuelvo la sonrisa.
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La mujer no descansa en sábado. La mujer lava la ropa con jabón líquido para mariposas delicadas. La mujer no descansa en domingo, tiene que liberar mariposas blancas del peso de sus alas mojadas. Agota el día subiendo escaleras porque el ascensor no funciona, otra vez. Cada broche es una jaula que se abre. La mujer alimenta un niño. La mujer siente el llanto que sube desde el monoambiente. Corre escaleras abajo. Hoy cuida al hijo y libera mariposas blancas.
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Hoy es lunes. De lunes a viernes por las mañanas mimo a ese niño de colores que es mi sobrino. Mientras duerme corrijo exámenes, preparo clases y escribo poemas que sólo yo leo. La madre --mi hermana-- tuvo que retomar el trabajo después de la licencia por maternidad y asumí la tarea del cuidado compartido. Yo, que elegí no ser madre, disfruto de ser tía. Y hoy es lunes. Llego temprano. La encuentro en pantuflas, con la mamadera en una mano y una taza de café caliente en la otra. Con una sonrisa que hacía tiempo no asomaba por su rostro cansado me pregunta si quiero una.
"Mamaderas no tomo, estoy grande", bromeo.
--Hoy me quedo en casa, no voy a trabajar. Charlemos. Te invito un café --contesta divertida.
Despliega un mantelito violeta sobre la pequeña mesa apoyada en la pared cercana a la cocina y mientras sirve el café y me invita con unos bizcochitos de grasa, me cuenta de su semana de mariposas blancas y su domingo de nausea. Y me dice que quiere volar. Que el tiempo es de ella, que es hora. Que quiere desayunos de café y tostadas calientes. Y quiere más de un día en la vida, más de dos. Quiere la vida. Por la ventana se cuela un rayo de sol que ilumina los ojos de mi hermana. Me mira y me sonríe, por segunda vez en este lunes. Del brillo de sus dientes blancos se desprenden mariposas de colores. Hoy es lunes y hay mariposas en el aire.
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