CONTRATAPA
› Por Mario Alberto Perone
1
Ignoro por qué comencé a escribir esto que escribo. Creo que siempre lo ignoraré. Desde mis primeros poemas, ya tan lejanos en el tiempo que casi no los reconozco, mis textos frecuentemente interrumpidos, tal vez hilvanados por una constante que se me ha perdido: mis conversaciones conmigo mismo, a falta de un interlocutor bien dispuesto. Ya no converso con nadie, en parte porque casi no tengo nada interesante para decir, y en parte, porque mis probables interlocutores ya han muerto, o se han ido, o simplemente, han dejado de interesarse en mí. Me pregunto si me importa esta situación. Me respondo con un "no", pero advierto que este "no" es un tanto dudoso, un tanto falto de sinceridad. Mi mente es cada día más remisa para ponerse a pensar, que por otra parte es su único trabajo, y solapadamente sabotea mis intentos de producir algo nuevo, como por ejemplo, este texto que no puede esconder su precariedad. Sin embargo, tal vez sea mi cuerpo el que aún pretenda hacerse oír de vez en cuando, pero sólo produce dolores diversos, con los que se castiga a sí mismo y acentúa su inocultable decadencia. Al fondo de lo que soy, de lo que me queda, descubro la finitud de todo lo que vive, y sé que me acompañarán la perplejidad y el estupor durante todo el resto del camino.
2
La democracia capitalista es un oxímoron, nada más que eso.
3
El suicidio es una salida de emergencia.
4
pensar duele/ pensar hacia atrás duele mucho más/ ese dolor dialoga conmigo todas las noches/ cuando oscurece/ cuando la oscuridad es inmensa/ cuando la soledad tiene el tamaño de la noche/ cuando el silencio es el de todo el universo/ pensar duele/ cada vez más/ cuando las posibilidades ya no son posibles/ la muerte va ocupando las grietas/ los lugares vacíos/ las palabras mudas/ la mente acribillada/ y el corazón abrumado por su propio peso/ harto ya de su trabajo de obrero/ ya está casi listo para recibir/ el telegrama del despido
5
Un hombre comiendo de parado en la cocina de su departamento, que se piensa flotando en una extraña dignidad, parece no saber que es la imagen de la soledad más completa.
6
La democracia, como todo lo que tiene valor en este mundo, es propiedad privada de los ricos.
7
A veces, las familias estallan. Después de un período apacible, armónico, de crecimiento ordenado, se produce una explosión, y los componentes, fragmentos de un fragmento mayor, corren desesperados en todas direcciones. Poco a poco, esos fragmentos intentan reagruparse, como antes del estallido, pero nunca resulta. Ya no son los mismos, ha pasado mucha vida por cada uno, y casi no se reconocen. Es imposible rearmar un huevo tratando de unir los trozos de la cáscara rota. Entero, el huevo es una forma perfecta y parece indestructible, pero termina siendo demasiado frágil.
8
toda la existencia es sólo mía/ el universo no es posible sin mí/ y sin embargo/sólo soy un guijarro en el desierto/ la vida y su fugacidad/ ya va siendo noticia/ en mi primera plana/ no leeré ese diario/ me habré olvidado de leer/ me habré olvidado por completo/ de todos/ entre los que me incluyo/ sólo para vengarme de los que ya/ estoy seguro/ se han olvidado de mí
9
No está lejana la firma de un decreto de necesidad y urgencia que disponga el pago de un impuesto por cada pregunta que se les haga a los funcionarios públicos de todos los niveles. Por supuesto, cuanto más encumbrado el funcionario, más alto el impuesto.
10
Un pasado triste nunca se borra. Sus huellas, sus marcas, son indelebles. La memoria de los momentos placenteros es demasiado breve. Esos momentos casi no se pueden evocar. Tendemos a creer que estamos destinados a ser felices, pero pronto desaparecerá nuestra ingenuidad. Los otros momentos, los oscuros, los demasiado largos, los mayores, aparecen siempre en nuestra memoria, a cualquier hora del día, y particularmente, de la noche.
11
Los partidos políticos que hay en todo el mundo, se llamen como se llamen, son sólo dos: el partido "Ricos del mundo" y el partido "Pobres del mundo". La única diferencia entre ambos es que los ricos no están obligados a trabajar personalmente para comer, y los pobres, si no trabajan personalmente, no comen.
12
Ayer vi un niñito de unos cinco años, comiendo alimento para perros, que sacaba de una bolsita fuertemente apretada contra su pecho. Me quedé pensando en él todo el día. No sé cómo valorar esa escena, en la que el derecho sagrado a la comida se mostraba ante mis ojos en toda su crudeza. Creo que nunca entenderé cómo funciona la sociedad humana, a la que, sin haberlo pedido, pertenezco.
13
¿Cuándo nos daremos cuenta de que ningún gobierno responderá con la misma eficacia a las demandas de los ricos y de los pobres al mismo tiempo?
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