Viernes, 15 de noviembre de 2013 | Hoy
Por Javier Chiabrando
El kirchnerismo lo hizo. Al fin lograron que seamos un país de gente infeliz. Todos somos infelices, desde el más pobre al más rico, desde el lactante al geronte, hombres y mujeres, gordos y flacos, los argentinos somos tremendamente infelices. No es casualidad que Argentina sea el país de los psicólogos. Las universidades están ofreciendo: "Dos títulos al precio de uno: estudie ingeniería o cualquier otra porquería, y llévese también el título de psicólogo, que es el que lo va a salvar de ser un ratón".
En eso, desgraciadamente no hay país que se nos parezca. Los japoneses eran infelices cuando se suicidaban con el harakiri, que consiste en abrirse en dos como una sandía. Lo solucionaron prohibiendo los cuchillos y obligando a todos a comer con palitos. También los escoceses eran infelices por sufrir de bolas paspadas por el frío y la humedad. Hasta que un día decidieron ponerse polleras y, bolas al viento, fueron felices y de pieles lozanas.
Pero los más infelices, sin duda, somos los argentinos. Ahí tenés a un investigador argentino. Era feliz cuando este país le dio los estudios gratuitos y luego le mostró generosamente el camino a Champs Elysees o Times Square, donde están Chanel y Hermés. Luego de haber disfrutado del placer de adaptarse a vivir en otro país, aprender su lengua en cursos gratuitos que se dan a las cinco de la madrugada en medio del río y trabajado codo a codo con africanos o parias semejantes, viene el kirchnerismo a decirle que tiene que volver, crean un plan para que lo haga ¡y le consigue trabajo! Y ese noble intelectual tiene que dejar la paz de Bélgica, supongamos, donde la gente no se molesta en hablar unos con otros y el frío te congela el upite pero mata las bacterias, y volver al país, cerca de los primos (que son unos pedigüeños), de los amigos de la infancia (que le recuerdan a uno que el tiempo pasa). Infelices, cultos pero infelices.
Y la clase media es infeliz, porque los han dejado asomarse al tapial de la prosperidad y ahora tienen que aprender a escalar y a saltar del otro lado, donde reina la incertidumbre y posiblemente los reciban a los tiros y les apliquen el derecho de pernada. Antes les bastaba con mandar a los hijos a estudiar medicina y casar a las hijas con uno que no sea muy vago. Pero ahora, para que la Chocha, que es la vecina, se muera de envidia, tienen que viajar a Europa a cada rato, cambiar el auto cada año, estudiar audioperceptiva para que la caceroleada le salga con onda, y ¡hasta se van a ver obligados a elegir algún candidato no tan zanguango (entre los posibles; cosa que no es fácil) para que los gobierne desde el 2015! Pero si antes los elegían los diarios y eran felices.
También los pobres son infelices. A los muertos de hambre de este país la depresión no se les notaba porque nadie los miraba ni les hablaba. Ahora resulta que se volvieron consumidores y ya andan entrando en la depresión típica de la clase media (que también les aplicaría el derecho de pernada si pudiera). Antes andaban descalzos, comiendo de los tachos de basura y robando lo que encontraban, y eran felicísimos bailando cumbia y meta brindar con tetrabrik; y ahora tienen que ir a la escuela, ponerse las vacunas, aprender a manejar una computadora, y algunos ya quieren ir al psicólogo, tener auto nuevo y viajar al exterior. Eh, hasta cuándo.
Los pesimistas son infelices porque anuncian devaluaciones, corralitos e invasiones alienígenas que no se cumplen y tiene miedo de que se los tome por charlatanes. Los optimistas son infelices porque ya no pueden mirar televisión ni escuchar radio sin sentirse salames de equivocados que están. Los indiferentes son infelices porque no los dejan hacerse los boludos en paz. Los ateos son infelices porque no saben cómo putear al papa sin ser un traidor a la patria. Los creyentes son infelices porque han llegado a la conclusión de que Dios no es argentino (un Dios argentino no hubiera permitido que los kirchneristas llegaran al poder). Los chicos son infelices porque quieren ir a la rural a pasear en pony y los mandan a Tecnópolis ¡a jugar con las matemáticas! Los qom son infelices porque la clase media bienpensante se preocupa por ellos pero no los acepta en sus barrios ni aprobaría nunca jamás que sus hijos se casen con un toba. Los golpistas son infelices porque el gobierno no les reconoce que lograran promocionar el país mandando a vivir al extranjero a tantos genios. Los demócratas son infelices porque sienten culpa cada vez que sueñan que a los kirchneristas los voltean los militares.
Los periodistas son infelices porque los culpan de todo, algo a lo que ellos ya le habían encontrado explicación: la culpa de todo la tenían siempre los políticos.
Los políticos, otra manga de infelices. ¿Cómo pueden ser felices, si los peronistasperonistas están enojados con los peronistaskirchneristas que a su vez le echan la culpa a los kirchneristastransversales que dicen que la culpa la tienen los radicalesradicales por haber dejado que los radicalesrenovadores pusieran en el poder a De la Rúa lo que hizo que crecieran los radicalesfapistas y ya nadie sabe si debe doblarse, quebrarse, afiliarse, desafiliarse, o hacerse punk... ¿No llegó la hora de abolir la política y volver a ser todos felices?
Por culpa del kirchnerismo los políticos se ven obligados a dejar de jugar al "ring raje" por televisión y ponerse a laburar. Macri es infeliz porque debe entender cómo se pasa de inflar globos y cantar desafinado a ser presidente. Massa es infeliz porque entendió que no le va a bastar con reír como un zonzo para ser presidente y va a tener que meter los pies en las agitadas aguas de las ideas. Del Sel es infeliz porque sabe que si lo siguen votando así va a terminar siendo gobernador y va a tener que dejar de contar chistes boludos y ponerse a trabajar. Binner es infeliz porque tiene que despertarse de la siesta y ponerse el overol o morir en el intento. Hasta Carrió es infeliz, porque ya no tiene más a quién hacer juicio por culpa de los kirchneristas. Dicen que si Pino sigue poniendo esa cara de ganso mientras ella habla le va a hacer un juicio también. Y a Bergoglio, porque desde que es papa, Dios no le habla a ella sin la aprobación de él. Y menos mal que Dios no es argentino, sino sería otro infeliz.
Hablando de los bienpensantes. Otros infelices. Esos hombres y mujeres de bien, políticamente comprometidos, que no desean que Monsanto ni Chevron le toquen el culo pero que no les importa que lo hagan Clarín o la Sociedad Rural o Telefónica, son infelices. ¿Por qué el kirchnerismo va a elegir quién los maltrata? ¿Acaso este gobierno también les va a decir a la gente quién les tiene que tocar el culo y quién no? ¿Está mal desear de vez en cuando alguna caricia? ¿Está mal que te toquen el culo si después te hacen un descuento en el Shopping, viste?
Pero la confirmación de que este país está en la lona es que los ricos son infelices. En cualquier país serio, a los ricos se los cuida, porque son los modelos que la gente imita en su afán de progreso. Acá no se les reconoce el esfuerzo que tuvieron que hacer para amasar fortunas con el sudor de otros y la sangre de otros y la rotura de ortos de otros. ¿Para qué ir a trabajar cada mañana sino es para parecerse al rico que anda de yate en yate, de rubia en rubia? El rico debe ser mimado para que los pobres vayan a trabajar cada mañana pensando que en mil años van a ser iguales. Pero acá no, acá al rico no los dejan en paz, le vigilan las cuentas, los obligan a desarmar sus empresas y al fin lo que vamos a lograr es que se depriman y se sientan proletarios, y ahí te quiero ver.
Y hasta yo soy infeliz. Porque tengo que inventar la pólvora cada semana para tratar de analizar este país que a la mañana es antikirchnerista, a la tarde es kirchnerista y a la noche budista o vaya a saber qué. El gran desafío es que en un futuro no muy lejano se vuelva a la normalidad de cualquier país, donde al menos algunos son felices y el resto acompaña como puede: mendigando o changueando. Normalmente los felices son los que más tienen, y es lógico. Para eso trabajaron, cagaron gente, estrujaron almas y sometieron voluntades. Una vez que ellos sean felices, nosotros nos vamos a volver a acomodar a esa normalidad. Y el resto que se joda: eso es un país, carajo.
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