Sáb 14.06.2014
rosario

CONTRATAPA

Gastronómicas

› Por Miriam Cairo

Chutney 1

Es posible que los frascos de conserva estén llenos de ideas cerradas al vacío para que no se echen a perder. Se las sirve como aderezo de alguna conversación principal, para realzar los picantes de las sentencias, o bien acompañar el dulzor de los acuerdos. A fin de que las ideas se mantengan intactas, deben estar bien envasadas, de lo contrario, el aire de los cuestionamientos las puede echar a perder.

Chutney 2

Sabemos que nada impresiona más que un alma desnuda, con sus pelos y sus labios rojos e inmóviles que nombran sin pronunciar una sola palabra. Algunos dicen que el alma desnuda es un llamador de ángeles, otros, una red para atrapar dragones. Otros, un anillo en el que pueden entrar dos, tres, cuatro dedos. Los más devotos afirman que el alma desnuda es un monasterio indefenso en el extremo del cuerpo y la adoran de rodillas, a la hora deseada.

Chutney 3

La calle está llena de maravillas aplastadas, trituradas. Chutney de maravillas. Cheesecake de maravillas. Crèmme brûlée de maravillas. Empanadas gallegas de maravillas. Locro de maravillas. Chimichurri de maravillas. Calzones de maravillas. Bombachitas de multicolores maravillas rellenas de almas desnudas en busca de adoradores.

Chutney 4

Se sabe que las guerras entre Roma y Cartago reciben el nombre de púnicas, que el cubo tiene seis caras, que Perrault no escribió El sastrecillo valiente, que no saber era el saber de Sócrates, que esto se supo porque Querefonte preguntó al oráculo de Delfos si había en el mundo alguien más sabio que aquél y el oráculo contestó que no, pero esto extrañó muchísimo al filósofo porque él pensaba que no sabía nada. Se sabe que algo similar ocurrió con la madrastra de Blancanieves, quien consultó al espejo para saber quién era la más bella del reino y resultó que era la mocosa, pero la madrastra no se quedó atrás, inventó el chutney de manzana envenenada.

Chutney 5

En la novela de la noche, su protagonista, un crepúsculo de mediana edad, que se pone de pie cada mañana como una presentación en power point, animada de abajo hacia arriba, con una velocidad de transición lenta y sonido de brisa, viento, succión, luego de preparar el desayuno, traduce a su lenguaje de crepúsculo un libro escrito en el idioma de los pájaros. Toda la trama de la obra tiende al azul cian, pero el epicentro llega a niveles de aguamarina, hasta que las transformaciones carmesí de los relatos colocan al crepúsculo en un lugar escarlata. Finalmente, se da cuenta de que el idioma de los pájaros es el idioma del crepúsculo, y que el chutney, como el libro, como los pájaros, como él mismo, son una especia dulce y a la vez picante.

Chutney 6

Tal vez pensábamos en aquel verso de Aleixandre: "una tristeza del tamaño de un pájaro", que nos llevaba a aquellos otros de Artaud: "El verbo brota del sueño/como una flor o como un vaso/lleno de formas y de humo", que a su vez nos llevaba a Mark Strand: "lavé esa mano,/la restregué, la pulí,/ soñé que se iba a volver /diamante o cristal/ o incluso, por fin,/una ordinaria mano blanca", que puso en evidencia "este poema que se escribe delante de un obrero /que se afana en lo alto de la casa vecina" para que Jacques Réda dijera también "A cada cual su oficio". Tal vez recordábamos que los chutneys pueden ser muy variados, y que llegan a tener una textura fina y homogénea o con tropezones, y que algunos se pueden elaborar sin cocción y otros, necesitan horas de fuego lento. Tal vez, la gastronomía, el sexo y los poemas eran nuestra obsesión.

Chutney 7

Estábamos dentro del hemiciclo que llamábamos bebedero de pájaros, bar, pretexto, pronunciando a la vez la palabra pública y la palabra privada. Todo iba en dos vías, la aérea y la subterránea. Tendría que haberte regalado un avión, dije, pero me alcanzó para una lapicera. El sentido único de lo que se dice no existe, dijiste, antes de que el mozo nos sorprendiera escribiendo nuestros nombres de izquierda a derecha. Lo importante era que detrás de las cortinas había gente, y que debajo de la mesa había fuego, y que adentro de los zapatos estaban nuestros pies, y que plegadas en la memoria estaban nuestras alas, y que todo lo que tuviéramos que decirnos podía decirse con las 27 letras del alfabeto, y que en medio de todas ellas repetíamos las dos palabras de siempre que se forman con apenas cinco letras: tres vocales y dos consonantes. Y que además, ni siquiera nos hacía falta decirlas, porque ellas se hacían solas mientras nosotros combinábamos hasta el paroxismo las cinco vocales con las veintidós consonantes. Y yo te dije: se pueden hacer chutneys de varios vegetales mezclados, hay tantas combinaciones como ideas, y vos pensaste que otra vez hablaba de aquellas páginas pornográficas, entonces, me cerraste la boca con un dedo.

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