Lun 07.07.2014
rosario

CONTRATAPA

Gatos

› Por Mariana Miranda

"El gato dorado era pura ternura pero no se dejaba acariciar ni por toda la música del mundo. Era inalcanzable y cuando el artista intentaba tocarlo se le escapaba de las manos".

Germán Rozenmacher, "El gato dorado"

Toda mi vida tuve una pasión inmensa por los gatos. Desde que Tigrecito me rasguñó salvajemente toda la cara, cuando, gateando por debajo de la mesa, yo le tiraba la cola, y le tiraba la cola, y le tiraba la cola, y él, que dormía abiertamente, plácidamente, envidiablemente, enrollado en las sillas del comedor, y que abiertamente, no quería que le tiraban de la cola, es más, odiaba que se la tiraran, se dignó a bajar de la silla en donde estaba enrollado y encararme fieramente por debajo de la mesa, zarpazo va, zarpazo viene, hasta marcarme toda la cara.

Sin embargo, mi pasión por los gatos persistió, aún incluso después de que papá haya agarrado a Tigrecito a patadas, y lo haya corrido del comedor muy mal. Tigrecito y yo siempre fuimos muy amigos. Era como un Tigre de Bengala pero en pequeño, pero así y todo, era enorme para ser un gato. Ése fue mi primer gato, que era, abiertamente, el gato de la familia que no sé por qué milagro del destino terminó en casa. Luego Tigrecito, que siempre se iba de amores y después volvía, un día se fue de amores y se ve que nunca más volvió. Lo llamamos y lo buscamos hasta el cansancio pero no volvió. Entonces me dieron una gata, la Mimí. Fiera y puta como ella sola era. Salvaje a más no poder. Pero conmigo era una santa. Le ponía los vestidos de las muñecas, la bañaba, la peinaba, la metía a hacer surf con la tabla de telgopor en la pelopincho. No sé cómo me tuvo tanta paciencia esa gata, por Dios, pobrecita la gata!!! Fue el juguete preferido de toda mi infancia, mi mejor amiga, mi preferida de siempre. Me acompañaba en las gripes, los resfríos, la hepatitis, huía despavorida cuando venían mis amigas o gente que no conocía porque seguía siendo terriblemente salvaje. Dormía en mi cama, en mi almohada, como un motorcito feliz. Era toda parda, con manchas de distintos colores y fondo negro, tricolor, con la cabecita toda negra.. De cara era hermosísima, parecía una pantera, de cuerpo, era un gato de albañal, realmente. Pero fue mi compañera más feliz. Eso sí, ella también se iba de amores, pero no se iba realmente, andaba chivateando por los techos y después se traía a todos los gatos del barrio a mi casa. Era un espectáculo verla danzar para sus galanes codiciosos cuando estaba en las épocas más culminantes de su celo. Eso sí, siempre tuvo un solo novio, uno con el que era muy fiel, uno atigrado, también, marroncito, que también nosotras a veces lo hacíamos entrar a dormir con nosotras en las camas. Un gatito precioso era. Y la Mimí tuvo cría varias veces. también era un proceso verle crecer la panzota y hacer todos los preparativos para el parto y atender a los chiquitos. Muchas veces la ayudábamos si veíamos que algún cachorro venía de patas o enredado con el cordón umbilical. Pero siempre era una fiesta cuando estaban por nacer los cachorros. después los dábamos, siempre nos quedábamos con alguno. Pero después cuando crecían peleaban con la madre y se terminaban yendo, al final ella siempre quedaba sola, en la casa. Además de a Mimí siempre tuvimos perros pero para mí, los gatos eran lo principal. Después Mimí murió y nosotros nos mudamos, y cuando yo ya cumplí los 15 años, mi vecina de Melincué, la Nina Marengo, que tenía una tienda y tenía una gata divina durmiendo todo el día arriba del mostrador, entre calzones y corpiños se despachurraba como una marmota la guacha, la Nina, me regaló, para mis 15, una gata, porque justo la de ella había tenido la cría y me dejó elegirla de entre los gatitos recién nacidos. Yo ya vivía en Rosario pero me la traje acá. Ésa fue la Dulcinea. Era una verdadera aristogata. casi toda blanca, de angora, con un pelo largo y lacio divino y unos ojazos verdes tremendos. Era loca. loca mal. La Mimí era salvaje pero esta estaba loca, no sé si porque me la había dado la Nina o qué, en esa familia muy normales no eran. Ella siempre hacía lo que quería. No le hacía caso a nadie, no tenía horarios, no era de nadie, era como una brújula rota. Eso sí, a la hora de sentir a alguien en la cocina se arrojaba a la bacha de la mesada con la peor furia y te sacaba lo que podía, parecía los corsarios al ataque en pleno abordaje en alta mar. Pero era divina. Tuvo cría un par de veces, dimos muchos gatitos, y nos quedamos con una hija, la Pomponia. Las crías que tuvo siempre fueron de angora también, los padres desconocidos, pero las crías siempre salían a la madre. Pomponia era, como la madre, el monumento al pelo. Parecía un peluche o un zorrino con tanto pelo tan largo y tan lacio que le salía por todas partes. Era más oscura, tricolor, pero muy blanca abajo, oscura arriba y manchada en la cara, de color marrón, negro y blanco, como son casi todas las gatas que tienen los tres colores. Pero era hermosísima. También loca como su señora madre. No hacía caso a nadie, andaba siempre por ahí, cazaba todo lo que podía, eso sí, venía a comer y venía a las camas a dormir, sobre todo a la mía. Cuando Pomponia creció se peleaba bastante con la madre, por ahí eran batallas campales entre las dos gatas, sobre todo a la hora de subirse a mi cama, pero más o menos se llevaban. Después que nos quedamos con Pomponia a Dulcinea la operamos y después de un tiempo Dulcinea se enfermó y se murió. Nos había quedado Pomponia que, ella también tuvo cría dos o tres veces.. De una de esas crías que nacieron nos quedamos con otra gata, la Jazmín. Esa era la más hermosa de todas. salió con el pelo larguísimo y casi toda blanca, tenía apenas una manchita en la nariz media atigradita y una mancha chiquita en el lomo. El resto era blanca. Con el pelo larguísimo. Salvaje y loca como ella sola era. Era del movimiento de gatos independientes. venía a comer. Después se las pasababa por los techos corriendo por las veredas, por las casas de los vecinos, en el patio y en el jardín de toda la casa y de toda la cuadra. Era la gatita cazadora, las otras cazaban pero esta cazaba todo lo que encontraba. Venía a las cuatro de la mañana con algún murciélago hecho pomo o con alguna rata a medio comer. Sí, porque el gato te trae lo que cazó y te lo termina de rematar ahí nomás, para que el dueño vea qué buen gato que es y lo bien que caza. entonces era normal que la Jazmincita se subiera a las camas con los murciélagos medio vivos y las ratas chillando y suplicando piedad todavía medio vivas pero ya casi, casi muertas.

Era el terror de mi hermana y la desgracia de mi mamá Jazmincita. pero era tan bonita y tan terrible que al final le terminábamos perdonando todo. Pomponia se enfermó y se murió de cáncer cuando Jazmín todavía era chica. Después a Jazmín, que no tuvo cría, le agarró otro cáncer. Fue espantoso hacerle las curaciones a las dos y tenerlas enfermas hasta que al final decidimos llevarlas a sacrificar. una murió de cáncer de mamas, la otra de cáncer de pulmón. Después yo me fui a vivir sola. Al poco tiempo mi amiga Carina, que vivía cerca del Hospital Provincial, me habló para darme una gatita de una camada de gatitos que habían tirado en la placita del Hospital. Ella se quedó con dos hermanitos y yo me quedé con otra, otra gata se la llevó otra chica. De ahí vino la Luna, del Hospital Provincial. Mi gata gris, mi gorda fabulosa que tiene 18 años y todavía vive. Me la dieron en una cajita y todavía sigue la gorda, durmiendo en la mesa del comedor en su cajita de cartón. Me mudé 20 veces con Luna a cuestas y Luna vino, nunca se portó mal por nada, es la mejor gata que tuve. Se llama Luna porque siempre fue redonda, redonda y color gris plateado, plateado diría, toda gris. Luna nunca me trajo un problema, es recuerda, de loca no tiene nada, de salvaje tampoco.

Ahora que está viejita está medio chinchuda, como todos y bueno, por ahí me tira un zarpazo o un mordiscón, pero la verdad es que siempre fue una Santa. También tiene el pelo largo, larguísimo. bien de angora es. por ahí se le hacen unos bollos de pelos impresionantes y trato de cepillarla o que los largue de alguna forma.Después, hace un par de años, me dieron a Otto Krauss. Ese vino de la protectora de animales del Colegio Virgen del Rosario. era horroroso cuando lo trajeron, rubio, yo quería uno atigrado o negro y me trajeron uno rubio, no tenía pelo, estaba descuajeringado por todos lados. el veterinario me dijo que le diera calcio y no lo quiso y bueno, empezó a comer, nada más. comiendo todos los días se volvió un gato precioso, de angora también, todo rubio, con la panza y las patas y el pecho bien blancos. Es autodidacta. hace lo que se le canta las pelotas todo el tiempo. no le da pelota a nadie. viene cuando quiere, se va a todas las terrazas y a la casa de todos los vecinos y eso que lo hice operar. está un poco más en casa en el invierno, por el frío, pero sino raja definitivamente. Él también tiene su caja de cartón en la mesa del comedor. A veces se instala ahí, en general, anda por las terrazas. No caza nada, como buen gato. Una paloma agarró un día, hizo un desparramadero de plumas infernal por toda la casa. después no se la comió, jugó un rato y la dejó ahí. eso sí, agarra todas las lagartijas que puede, las salamandras que les dicen, las saca de las alcantarillas en el verano, las juega y las juega, les saca la cola y se la come y con el resto juega hasta que la lagartija se muere de un paro cardíaco la pobrecita. después las encuentro muertas al día siguiente, sequitas en la terraza o mientras barro el resto de la casa. No hay forma de hacerle entender que matar lagartijas trae mala suerte.

Tampoco hay forma de hacerle entender que tiene que ir a hacer a las piedritas, él hace en las macetas. Me destruye todas las plantas. la que sobrevive es un milagro de Dios. lo peor es que se pasa de los vecinos y hace lo mismo. Muchas veces me dan muchas ganas de asesinarlo. sobre todo cuando lo llamás y no viene o cuando te encontrás las plantas fenecidas en la terraza. Pero bueno, yo quería un gato macho, estaba podrida de tener gatas y este es el que me llegó. Después es remanso, rebueno, incapaz de sacarle las uñas a nadie, ni de morder ni de nada. es también mudo, nunca le conocí la voz. Tiene sus cualidades el bichito, no lo podemos negar.

Lo cierto es que siempre tuve una pasión inmensa por los gatos. Siempre quise tener un puma pero a eso, supongo, que nunca voy a poder llegar. Los que tuve hasta ahora son de los domésticos, o casi, casi todos con sus propios bemoles. son independientes, autodidactas, salvajes algunos, más mimosos y seguidores los otros. A veces vuelan por sobre los aires o las cornisas de las terrazas con esa elasticidad y esa elegancia que tan sólo tienen los gatos. Tienen las llantas neumáticas y el esqueleto tan hueco y los músculos tan elásticos que son capaces de volar por los aires sin inmutarse ni inmutar a nadie porque su vuelo es natural, sus andares acrobáticos entre cornisas y precipicios más naturales son todavía. Pueden hacer dobles o triples mortales en precipicios inmensos como si fuera habitual.No pertenecen a nadie. Se quedan con quien quieren el tiempo que quieren. No necesitan amos. Mucho menos dueños.

No necesitan al hombre para sobrevivir. No pertenecen a ninguna casa. Vuelan por los aires como si el reino de los tejados fuera nada más que de ellos. Algunos andan más cerca de la luna y las estrellas que los otros. Debe de ser por eso que siempre están en busca de artistas. Son los humanos que más cerca de las estrellas y la luna andan y son los que siempre vuelan. Malabaristas, equilibristas, músicos, pintores y, sobre todo, escritores. Ya hizo famoso Hemingway a sus gatos y también Cortázar. Ya imaginó Rozenmacher la locura de un gato dorado, maravilloso, volando por los cielos en la noche estrellada. Iluminando la noche de un miserable pianista judío. Iluminándolo para irse juntos en un vuelo maravilloso de la infame crueldad de este pobre mundo.

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