Sábado, 22 de noviembre de 2014 | Hoy
Por Miriam Cairo
UNO
No te reconocí.
Yo tampoco a vos.
Es más. No me reconocí a mí misma.
Yo tampoco a mí.
¿Pero sos vos, no?
Sí, sí, creo que sí. ¿Y vos sos vos?
Me parece que sí. ¿Vos que decís?
Yo digo que sí, que sos vos. Con sólo mirarte y escucharte me doy cuenta de que sos vos.
Pero no me habías reconocido.
Porque me parecía mentira que fueras vos.
¿Y ahora te parece que de verdad soy yo?
Irrefutable.
Si no te hubiera encontrado me habría hecho falta un espejo.
Yo me reconocí al toque después de reconocerte.
Vos no podrías ser otra.
Pero te parecí otra cuando nos encontramos.
Te confundí conmigo.
DOS
No sé si la flor es el poema o el poema es la flor.
No sé si habíamos aprendido el modo de escuchar el tumtum de los versos debajo de las letras. Al escribirlas, todas tenían cabellos, dentadura, órganos epiteliales, vasos sanguíneos, extremidades. Algunos acentos bien pudieron ser el anuncio de un ecosistema diacrítico y rugiente. A veces, las consonantes adversarias se hacían amigas. A veces, sobrepasaban los límites de la amistad y fornicaban silabeando de adelante para atrás, hasta dar a luz animales extraños. Algunos eran breves pero soberanos. Entre ellos, se distinguía uno oscurísimo, y las letras lujuriosas se unían para llamarlo noche. Noche, noche, lo llaman y la bestia, obediente, descendía como una criatura retornada.
El animal de la noche tenía cinco letras, y le alcanzaban para oscurecer la mitad del mundo.
TRES
No fui ni la primera ni la última, pero me di cuenta de que esto iba a llegar un día, en un libro, o en un ensueño, o iba bajar de un avión, o iba a llamar a la puerta como un vendedor ambulante que ofrece un billete de lotería. Me di cuenta de que iba a llegar sin más, tal como al siglo XVI le llegó su barroco y al siglo XIX la razón. Cuando lo vi, la memoria se me dividió en dos mitades amarillas. Entonces empezaron a desfilar las imágenes incompletas. Yo sabía que tenía que dejarlas ir pero no era tan fácil. Pasaban, una a una por el camino de mi propia profecía. Y a medida que se iban, dejaban espacio a otras que eran organismos nuevos. Por alguna razón me di cuenta de todos mis sueños eran reales.
CUATRO
Vamos y venimos creyendo que somos nosotros los que vamos y venimos, y que no es el sueño el que nos empuja. Entonces empiezan las palpitaciones y una conciencia de belleza que no se dice porque no es una cosa fácil de decir, pero en cambio se hace con tanta soltura, hasta que al final siempre es la belleza la que nos nombra.
CINCO
Helena trabaja todo el día. Y trabaja toda la noche. Es Helena o "Helena" según el caso. Triste o alegre según la ocasión. Callada o muda según haga falta. Pasa uniformemente de la habitación iluminada a la habitación oscura. Y el mundo sigue.
SEIS
Lo que yo guardo para mí, es la idea de que en cualquier momento pueda darme un dolor de cabeza, un hechizo glorioso, un desmayo de muerte, un deletreo final.
Desde el silencio al que siempre retorno, desde las sombras de las que nunca salí, sueño con que siempre haré una escritura como obra de mi deseo.
SIETE
Si mi lector no estuviera allí, yo estaría perdida, porque escribo cosas que no puedo leer.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.