CONTRATAPA
› Por Juliana Mandolesi
- Fue en una tarde, creo que moría Octubre
- Ya hacía calor
- Sí, muchísimo calor. Estaba yo en la aguada de este campo que le alquilo a usted para ganado, ya sabe que ahora me dedico más a la carne...
- Sí, sí... me lo ha contado ya.
-Bueno. Estaba vigilanteando porque ya me habían comido dos novillos... Perros salvajes, vio usted ¡A veces es tan jodido este trabajo! Siempre uno tiene que andar tironeandolé la oreja al bolsillo, pa' sacarle una moneda.
- Imagino...
-Ese día me hice una recorrida y escuché un canto que provenía del bajo; lo seguí, alejándome del rumiar de las vacas hasta que pude escucharlo más clarito.
-¿Un canto?
- Sí, era una voz de perro que decía "Chañarcito, Chañarcito, que tantas espinas tienes, igual a mi corazón entre espinas te sostienes..." y repetía siempre el mismo estribillo, sin descanso.
- ¿Dijo usted una voz... de perro?, ¿tan crecido y creyendo en esas cosas?.
- De perro, señorita, ¡y que salamanca me lleve si no era de perro! Uno no sabe qué es una voz de perro hasta que la escucha... Los espinillos y los cardos no me dejaban acercar mucho; estaba yo con ropa corta ¡Recuerde usted que hacía mucho calor!... de cualquier manera, intenté llegar lo más cerca que pude porque creía que allí estarían, de seguro, los restos de mis dos novillos, algo desollados quizás, pero pensé que si llegaba al punto a tiempo, tal vez hubiera podido aprovechar la carne... Desafortunadamente no fue así, mijita.
--¿No estaban finalmente allí los novillos?
--Es que no lo sé, no pude llegar al punto; cada vez que rompía un espinillo con el machete o hacía ruido de ramas secas el canto se detenía y luego se escuchaba más lejos, parecía que siempre estaba a la misma distancia de él, no importaba cuánto avanzase. ¡Una cosa increíble! Mire que son años en el campo, ni en las recorridas nocturnas me había pasado una cosa de esas...
- ¿Y qué hizo después?
--Y, nada. Después, cuando comprobé que no podía acercarme, volví para el rancho que me armé cerquita del lugar nomás. Y me hice unos mates con incayuyo para relajarme un poco y no creerme loco, que si uno se cree loco, lo está.
- Qué picardía... Y lo de aquel canto...No se escucha más, ¿no?
-Debería haberme preguntado primero si finalmente me creí loco o no... Nunca más, señorita, no lo escuché nunca más. De cualquier manera, el otro día andaba haciendo otra recorrida por el bajo, iba contando las vacas y ví que me faltaba una que estaba preñada, ¡imagínese usted la mala espina que me dio! Enseguidita me fui al chañar que se florece atrás de la lomada, que a las vaquitas cuando están preñadas les gusta comer chañar porque tienen frutas bien dulces, si están en época. Y allí estaba la vaquita, pariendo la pobre, muy cansada ya, así que la ayudé; pintaba ser un ternero bastante grande. Ya casi estaba terminando el trabajo de parto cuando se levantó una polvareda terrible, remolinetes y paja volada, me tuve que tapar los ojos para no quedarme ciego, que el zonda es bravo cuando quiere y de la temperatura que levanta y la mugre de la zafra ya le nubló los ojos a más de uno, ¡Hasta los novillitos se han quedado ciegos! Por eso no gritaron cuando se les acercaban los perros. Bueno, ya me fui por las ramas, lo que le quería contar era que cuando abrí los ojos no estaba más la vaca ni el ternerito que iba a nacer, que se los llevó algún perro, pienso yo, que ya son ciegos esos salvajes, no les importa la pena de uno ni de dos y ya se mueven por instinto aquí en el llano. Tenga cuidado cuando vuelva para su pago, que no la sigan los bien dentados esos, que no le endulcen el oído con algún canto, señorita, ¡que las mujeres son leña seca pa' la chispa!
- No se preocupe, hace años que voy y vengo cada mes por aquí. Siempre tengo mis precauciones...
- No se desvíe del camino. Precauciones es poco, ¡tenga miedo, mija, miedo! Tanta voz de perro dando vuelta. No vaya a comer chañar... ¡Ni pronuncie esa palabra del infierno! No sea cosa que los atraiga esa palabra, que es como una explosión pequeña en la boca, el sonido es mezcla de cascabel y pájaro, y anuncia siempre algo dulce... dulce como usted...
- No hay problema, nunca me pasó nada en estos campos, quédese tranquilo. Ah, y gracias por lo de dulce. Hasta el mes que viene.
...
- Entonces usted la vio por última vez saliendo del campo
-Sí jefe, qué tragedia, tengo el corazón como pasa de chañar con todo esto. Y le había dado yo la plata del alquiler.
- La plata no la hemos hallado... va a tener que acompañarnos para prestar declaración, ¿vio? y ya después puede volver para el rancho.
- Pero no puedo dejar a los animales, que aquí los perros....
Lo subieron al auto y tomaron el camino hacia el pueblo. Caía la tarde como cae una niebla. El viejo empezó a cantar, primero para sí y luego más alto: "Chañarcito, chañarcito que tantas espinas tienes... "
Las luces del pueblo no avanzaron más hacia el auto que, detenido, fue asaltado por negros cueros, pelos y dientes.
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