CONTRATAPA
› Por Pablo Ernesto Suárez
Jenny le decimos a la mina que cuida a la abuela. Bueno, le decimos Jenny pero se llama Juana; Jenny queda mejor. A ella le gusta, ja, creo, bah, nunca le preguntamos. Es la prima de Angela, la chica... bah, la señora que limpiaba en casa. ¡Menos onda tiene! La amargura caminante. No se banca a la vieja ojo, todo bien con eso, nadie se la banca pero me parece que es medio amargada, no se engancha con nada. Podría ponerle un poco más de onda. Al final de cuentas, es lo único que puede hacer.
Estas minas cuando vienen viejas, ya no sirven para limpiar, les duele todo, que no hacen esto, que no hacen lo otro. Es como la hija casi. Ahora en esta época, cambió la cosa. Estamos todos hasta las manos de quilombos, laburo, estudio, todo... y esas minas tienen una oportunidad para ganarse unos mangos. Mira: Vive con ella, casi no gasta en comida, tiene sueldo y la tarjeta del colectivo aparte, ven la tele. A ella le gusta ver la tele, por más que ponga cara de culo cuando lo cuenta, pero bien que le gusta ver el programa de los gordos, o el de los chismes. La acompaña al banco, a la farmacia a medirse la presión, al médico, al super (porque encima la vieja es tan rompebolas que quiere ir ella a hacer los mandados). Y le controla los precios y se fija si la manteca es de doscientos o de doscientos veinte gramos ¡uof! Compra unas cosas en el de Tucumán, otras en el de San Lorenzo, las verduras acá, la carne allá ¡Infumable! ¡yo la mato!
Incluso cuando van el fin de semana a la casa del country, ella va, se come terrible asado, come masas, o helado, una vez llevó al nietito, un wachiturrito de ocho años que te daba miedo nomás de verlo. Y bueno, pero así por lo menos a nosotros nos sirve, y ella se gana unos pesos, por no hacer nada. Na da. Porque la que limpia va otros días. Y encima todo el día con cara de culo.
Angela, la prima era más buena. No era bardera, para nada. Cuando éramos chicos, nos cuidaba, nos daba el desayuno, todo de diez. Era mejor que mi vieja para muchas de esas cosas. Cuando yo tenía un quilombo hablaba con ella con Angela y me ponía el hombro. Y a veces me contaba sus bardos. Yo no entendía nada. Tenía como cinco hijos, varios maridos, vivía con la madre, la sobrina y sus pibes, una vida de mierda. No completó el secundario, ni creo que lo haya empezado. Salvo en la escuela, en todo lo demás nos ayudaba bastante; como te decía, mucho más que mi vieja.
Mi vieja estaba ahí para traer plata y pará de contar. Laburaba todo el día: Del estudio a la Facultad, de la Facultad a la reunión con las chicas, de la reunión con las chicas a casa. Y eso que antes no existía el gimnasio; sino, creo que la hubiéramos visto directamente a la noche, antes de acostarnos, para ver un rato la tele y a dormir. Y eso cuando estaba, porque de repente le pintaba una obra en Buenos Aires o en la concha de la lora y ella se iba a la mierda. No le importaba nada. Un desastre mi vieja.
No sé si mi vieja era así por mi abuela. Por un lado sí, porque mi abuela era (¡y todavía es!, ¡preguntale a Jenny!) muy rompebolas, de estar muy pendiente de ella, de ayudarla para que estudie, de pagarle el viaje a Europa cuando se recibió, de hacerle terrible fiesta de quince, terrible casamiento, le dio la casa en Alberdi. La re ayudó. Muchas veces, cuando mi mamá se iba de viaje, la que se quedaba medio a cargo era la abuela. Lo loco es que, con la ayuda de mi abuela, mi vieja pudo armar la jugada rápido, se recibió joven, se casó joven y avanzó rápido en la carrera y se independizó, o sea a mi abuela, le salió el tiro por la culata. ¡Ja!
¡Ja! Al final, le salió el tiro por la culata. Tanto que la cuidó, le dio lo que quería y ella se fue por su lado sola, no como una que capaz que la tuvo que cinchar sola, sin nadie que le cuide los pibes, que le de una casa, que le ayude para estudiar, para viajar. Cuando yo me vine, me tuve que venir sola, con lo puesto. Aunque ahora me digan que la vieja era medio hincha antes, yo no sé si la hija es así porque la vieja la hinchaba. Capaz que por eso mismo, tanto que la ayudó, y la hizo más viva, más pilla. Y al final, ni bola que le dio.
Es decir "libre" bah, no sé si libre, pero ponele que sí, tan "libre" la hizo que al final estaba todo el día en la calle. Que el trabajo, que las clases en la facultá, que se reunía con las amigas, (todas las señoras amigas, no sabés lo que eran, todas una manga de reverendas culorroto vamoadecirloasí) y después, si le salía un viaje, un trabajo importante, ella se iba y le dejaba los pibes a la vieja.
Eso me lo contaba mi prima, la Angela, que práticamente, le crió los pibes. La nena, la más chica, le contaba a ella todos los problemas, así... los inconvenientes: con los novios, con la madre, todo. Menos la escuela, pobre, porque ella ni estudio tenía. Apenas firmaba. Y mi prima le contaba también, ¿eh? ¡Mirá si tenía para contar la Angela! con los gurises, con los maridos que tenía.
Y ahora, lo que son las cosas, le cuido yo a la vieja. Tanto que cinchó Angela en esa casa, ahora voy yo todo el día con la vieja de aquí para allá. Ni siquiera los domingos me zafo. Cuando van al cantri, en vez de pasar a buscar a la vieja y dejarme un día tranquila, no. Me hacen ir ahí a ver cómo chupan y pelotudean en la pileta. Yo no me voy a meter en esa pileta ¡ni loca! Lo llevé un día al Iván, para que vea y se divierta un poco, pero a mí no me gusta nada ir allá.
Ya demasiado tengo que soportar a la vieja toda la semana. Que me lleva y me trae por todo el centro, que los mandados, que la verdura allá, que la carne acá, que esto se compra en Tucumán que esto en San Lorenzo. ¡Podrida en plata que está la vieja, no sé porqué carajo no compra en cualquier lado y se deja de joder! Pero ojo, esa es ella, ¿eh? La hija le dice que no sea así, pero la vieja es terrible con la guita.
Y así vamos al banco, a la farmacia, hasta al médico la acompaño. ¡Al mé di co! Como mi fuera mi hija.
Y después en la casa todo el dia amargada viendo la tele. Y la vieja me comenta y yo le digo "sí", "¿vió?" y todo así.
Casi no gasto, como ahí, esa comida de mierda que come la vieja: sin sal, todo dietético, pero bueno, de paso aprovecho y me mantengo. Pero tampoco vivo mi vida, voy a venir loca. Pero otra cosa ya no puedo hacer, yo tengo cincuenta años, cuarenta limpiando casas, estoy a la miseria. Así que me la tengo que rebuscar con esto.
Ahí no va nadie. Todos están muy ocupados, trabajan, estudian, viste comoé.
Son buena gente. Pero bastante pelotudos. Mirá que en vez de decirme Juana, me dicen Jenny.
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