CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA
› Por Adrián Abonizio
* Cuando usa el bidet nunca encuentra la temperatura ideal. O se le caldean las nalgas o se le hielan. Y al mezclar las manillas el resultado es incierto. Suele probarlo con los dedos y se ve en el espejo con una exótica pose de chimpancé que lo enfurece porque siempre está ocurriendo, día a día, sin hallarle solución. Hay veces que observa de reojo al sanitario como a un ente del Mal.
* Nunca puede terciar en una conversación: O se enoja demasiado o muestra condescendencia ficticia. Es difícil hallar el tono en la voz, la cara neutra y firme que represente sin un rictus sus convicciones. Llegó a pensar que tal vez no tenga demasiadas.
* El punto justo del tallarín se demuestra arrojándolo contra el azulejo. Si se queda pegado ya está al dente. Pero su puntería es escasa y riega de harina en rama las hornallas, la lámpara, el piso, su propia cara. Salpica hasta el aire. Se enfurece y empieza a detestar a los gladiadores expertos que suele ver por tevé, sonrientes, arrojadores de fideos, elegantes y sobrios, mientras que en la otra mano sostienen una copa de vino y sonríen a cámara.
* Cuando se pone cruel es por falta de amor. Resentida, sabe que ha perdido el automóvil que la llevaría, protegida, por la calle de los sueños y la algarabía silenciosa de ser feliz, pero lo ha chocado y yace entre escombros de otros accidentes. El justo medio nunca lo tuvo pero llora porque presiente que se acercó en puntas de pie más al proferir un ruido espantoso con su corazón torcido espantó al bello gato de la felicidad. Por eso es mala, solo por eso.
* Hay momentos que dos equipos, para salvarse del descenso precisan un empate que los salva a ambos. Entonces protagonizan un bochornoso encuentro que poco tiene de deportivo y mucho de un hecho práctico. El resultado es espantoso, la visión de dos divisas puestas de acuerdo para no agredirse produce rechazo, pero el objetivo se logra y ambos permanecen en Primera. Ese punto, es literalmente, el punto justo.
* En alta mar es muy valorado el punto justo. Se trata de no ser expansivo con la charla ni tampoco la cerrazón de no hablar. Por eso se aprecia al que habla poco y en el momento indicado. La locura, en largas travesías hace estragos y desbanda al punto de asustar a los más experimentados.
* "Vos decime lo que querés y yo lo hago", contestó el tipo cuando el cliente ocasional le inquirió de que trabajaba. "Soy justo lo que necesitás", replicó y cerró la charla bajándose del auto con una sonrisa. El otro se quedó pensando que los cadáveres reciben justamente lo injusto, salvo para el que paga o el que oprime el gatillo. La justicia del punto justo, un agujerito en la nuca para ser precisos.
* Aquel número dos dejaba pasar con deferencia el avance adversario, se distraía y nunca encontraba la marca. El arquero le recriminó pero se quedó alelado cuando halló la explicación: El defensor había clavado un palito al borde de la línea del área esperando el cenit, la hora sin sombra el punto justo donde el sol está en su centro. No sabía si reir o llorar. En se momento sobrevino el sexto gol.
* En el colegio la maestra está empeñada en explicarles decimales. Elige a un niño al azar. "A ver Tomás ¿Cual es la mitad de uno?". El pibe, recordando las frases de su tío responde, suelto de cuerpo: "La mitad de uno es el ombligo, señorita".
* El punto justo de los perfumes, de los ingredientes, de las caricias, de las miradas, de la violencia, de la actuación, del miedo, de la locura, de la composición, de los atuendos, de las drogas, del trabajo, del descanso. Ese itinerario calcado de miedo y respeto porque no nos dejan practicarlo o porque lo ignoramos o lo destruímos ex profeso. El punto justo es el nadir, que traza una línea hasta el fondo abisal de lo océanos donde no hay luz ni nada. Ese el pánico de no hallar nunca el fondo, enredado el hilo tormentoso por alcanzar el medio. No hay exactitud en la vida y todo es sombra y luz, salvo, claro, cuando estamos enamorados y nos tornamos invencibles y no nos preocupa ya el punto justo de nada.
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