Salgamos de aquí, dijo uno.

Esta es la forma de una hoja, y ésta de una flor, dijo el otro.

Salgamos de aquí, volvió a decir uno.

Esta flor jamás fue amada en forma tierna y apasionada, agregó el otro.

¿Y qué vamos a hacer?, preguntó uno.

No sé, dijo el otro.

¿Por qué estamos los dos aquí, mirándola, aunque no nos convenga?, dijo uno.

Porque esta flor jamás fue amada en forma tierna y apasionada, repitió el otro.

No se habrá dejado amar, dijo uno.

¿Por qué no te dejaste amar?, pregunta el otro a la flor.

¿Fue mi culpa?, dice, la flor.

Seguramente, dice uno.

No sé, dice el otro.

Ambos lo dijeron, afirmó la flor.

¿Le duele mucho?, preguntó uno.

¿Qué?, preguntó la flor a su vez.

No haber sido amada en forma tierna y apasionada.

Ah..., dijo la flor

Debe ser doloroso, dijo uno.

Debe ser tan doloroso, dijo el otro.

¿Y usted fue amado en forma tierna y apasionada?, le preguntó la flor a otro.

Una vez, dijo otro.

¿Sólo una vez?, se sorprendió la flor.

Bueno, casi, casi, dijo el otro.

Cómo casi, casi, dijo uno. ¿No te parece tierno y apasionado mi amor?

¿Y usted?, interrumpió la flor, ¿fue amado en forma tierna y apasionada?, le preguntó a uno.

Y..., dijo uno.

¿Dudás?, lo increpó el otro.

Shsss, dijo la flor pidiendo silencio.

¿Qué pasa?, preguntó uno.

No sé, dijo el otro.

Mirá lo que hiciste, dijo uno.

Yo no hice nada, dijo el otro.

Cómo que no: la asustaste, dijo uno.

¿Yo?, dijo el otro.

Sí, dijo uno.

Pero si fuiste vos el que empezó a gritar, recriminó otro

¿Cómo no iba a gritar si dijiste "casi, casi"?, se defendió el uno.

Porque me sorprendió la pregunta, dijo otro.

A mí me sorprendió tu respuesta, dijo uno.

Ahora me doy cuenta por qué está sola esta maldita flor, dijo uno.

Se lo merece, dijo otro.

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