CONTRATAPA
› Por Jorge Isaías
El espectáculo se desarrollaba en la biblioteca más antigua, más bella y más querida de la ciudad. Un actor y un músico magnífico hacen un viaje sobre la poesía y la vida de un poeta muy querido. Cuando el actor dice, con esa elocuencia y ese rigor actoral, compenetrado casi carnalmente con los textos y con las noticias sobre su vida, de las relaciones que ese poeta niño y luego hombre estableció con su padre, fue como si estuvieran contándome mi propia vida.
Ese padre "dominante pero gran trabajador", eran mi abuelo y mi padre, y eran también todos los inmigrantes o hijos de inmigrantes que conocí en mi infancia. ¿Mi infancia no fue cualquier infancia porque como lo de aquel poeta se desarrolló en ese lugar "que era todos los días iguales donde florece el lino" y yo también, como él, no cambio mi recuerdo, que fue de pájaro sobre caballo suelto?
No sé como pude ver entre tanto sacrificio sobrehumano de aquellos hombres y aquellas mujeres, captar el vuelo errático de las golondrinas, asistir al ciclo de las cosechas y las pariciones y admirar aquellas flores breves y amarillas de los aromitos, o sentir en las narices el olor acre del orín de los caballos y traerlos conmigo aquí, al conjuro de esos versos que anoche oí, reviví y fui atravesado nuevamente por esa musicalidad querida que me acompañó hasta acunarme como si mi madre estuviera viva y yo fuera un niño que deambulaba por los campos buscando en los potreros huevos de perdices. Y uno piensa entonces qué sucede en verdad con las palabras, qué se produce cuando entran al flujo viajero de la sangre o se meten en los huesos sin hacer un ruido, esas palabras de otro pero que hice mías y la mezcla con su experiencia y la mía, hoy me atraviesa.
Entero y mientras tomo estos primeros mates de la mañana, arrimo estas palabras mías, mis propias palabras. ¿Mis propias palabras? ¿Pero no es acaso que uno es un ser poblado por las palabras de otros? ¿Acaso muchas veces cuando uno cree tener una frase feliz está ante la posibilidad de que esa frase ya la hayan escrito otros?
Si se habla de experiencia tampoco sirve porque a poco de andar, uno es interpelado por alguna persona que tuvo una experiencia similar, sobre todo si pertenece a nuestra generación, y que pueda haber compartido esas vivencias ligadas a los espacios abiertos y el relativo orden de la naturaleza antes de que el hombre destruyera todo.
Pero quiero volver a esa media tarde en que acompañé a mis tías más jóvenes a llevarles el mate cocido a los cosecheros metidos en el trigo a medio cortar, junto a su trilladora y bajo un sol quebrador de cabezas, en una olla grande, con una hogaza grande de pan horneado esa mañana y yo detrás atribulando pájaros con mi honda asustadora de pájaros, mi perro que espantaba las perdices, con su silbido súbito y perdido en el horizonte de fuego.
Yo bien puedo decir con José Pedroni: No cambio mi recuerdo.
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