CONTRATAPA
› Por Javier Chiabrando
Si devaluar es levantar el cepo. Si nombrar jueces de prepo es regularizar el sistema judicial, hemos entrado en la era del relato del no-relato. Me lo temía yo al escuchar el discurso de asunción de nuestro benemérito presidente, discurso que llegará a estudiarse en los jardines de infantes por su construcción del vacío, que el tipo y su equipo escondían algo, y no justamente globos.
El neoliberalismo, o el capitalismo en su fase más brutal es así de juguetón. Pero no puede decir las cosas como son porque los esclavos pueden rebelarse (aunque en Argentina esta ley no se cumpla siempre). Cierto es que el benemérito en campaña dijo cosas locas que luego cumplió (y a pesar de eso lo votaron igual). Es que no siempre hay un teleprompter a mano, caramba.
A pesar del intento de no-relato, el relato de un proyecto político se irá construyendo igual, con sus acciones y contradicciones. Cada acción, cada omisión, un párrafo. En una nota yo decía: "...no hay proyecto (político, religioso, económico, cultural) sin relato. Puede existir relato de un proyecto sin proyecto, pero nunca un proyecto sin relato. Si no hay relato no se puede contar, no se puede seducir al que lo va a comprar...".
Un relato -lo nacional y popular en el kirchnerismo, por ejemplo- se construye desde la épica, desde el romanticismo, desde la practicidad. Nuestro benemérito presidente, a pesar del esfuerzo por no decir nada, ha intentado que sus acciones instalen un primer relatito de virilidad política. "Te la mando de una, duele al principio, pero luego se goza (con suerte)". Es eso de que "los cambios fuertes hay que hacerlos cuando tenés capital político".
Difícil no recordar a De La Rúa golpeando la mesa para decirnos que era el macho alfa del país. Pero no basta decirlo para que sea verdad, y menos para que otros lo crean. Pero en este caso le daremos la razón al benemérito, el relato de la virilidad sólo se puede construir desde la acción. Desde el discurso (como De la Rúa) es una fanfarronada de galán fracasado, de un probable impotente.
El problema de la virilidad como relato es que uno puede enfrentarse a algo más viril (las instituciones, el humor popular, el "pueblo") que lo obligue a dar marcha atrás (dicho sin connotaciones sexuales). Y nombrar jueces y jueces y luego desnombrarlos, hace que la virilidad se transforme en eyaculación precoz.
Pero si hubo vacilaciones en lo político no las hubo (o casi) en lo económico. El retroceso de nombramientos podría ser inexperiencia, improvisación. Pero la dureza de los anuncios económicos deja claro que se esforzará por cumplir con las obligaciones contraídas con sus visibles y no tanto patrones (como diría Borges hablando del ajedrez: "Dios mueve al jugador, y éste, la pieza / ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza...?"). Claro que no dirán que van a beneficiar los ricos sino "el campo somos todos", párrafos del relato del no-relato que comienza a leerse igual.
Esos DNU que te mete a cada rato (hasta suena sexi) buscan mostrar a un gobierno capaz de ser fuerte, incluso brutal. Es tan viril el relato del benemérito presidente que no llama a extraordinarias para que esa manga de vagos del congreso no le arruinen su fiestita de rudeza y de ser ahora él el macho alfa.
El relato del no-relato del macrismo incluye la desmovilización. ¿Puede un gobierno sostenerse desde la no-épica? Decía David Viñas que no era casual que la Plaza de Mayo de los billetes (no recuerdo cuál) estuviera vacía de gente. El establishment relataba el país desde todos los aspectos, incluso desde un billete.
En él, la gente no estaba, no luchaba por sus derechos, no se movilizaba y, sobre todo, no se lavaba las patas en la fuente. Es el país que el benemérito desearía: abúlico y despolitizado. O adormecido. En los '90 eso se logró con el dólar barato, el deme dos, la sensación de que nos habíamos transformado en el EEUU del sur.
El problema de este párrafo del relato del no-relato es que los argentinos no se van a desmovilizar así nomás. Es la primera vez que los perdedores son los que ocupan los lugares públicos mientras que los ganadores apenas asoman la cabeza. ¿Cómo se sostiene un gobierno desde la no-épica? ¿Esa no-épica significará que cuando lo necesiten nadie saldrá a defenderlos excepto las fuerzas del orden?
Mientras que, liberado de la carga de gobernar y la de recibir los palos, el relato kirchnerista bascula de la épica de siempre a la chicana. ¿Cómo no recordarle al que caceroleó contra la hija de Rossi que ahora se tiene que fumar a Del Sel como embajador y a un Perito Mercantil al frente del Banco Provincia? ¿O gritarle que siempre se pudo comprar dos millones de dólares a quince mangos? ¡Bastaba con ir a una cueva y listo!
Ante la duda el gobierno siempre podrá apelar al relato del progreso. A otra revolución productiva. ¿Por qué esta vez no funcionaría? Porque no parece ser un párrafo de ese relato del no-relato. Hasta ahora vimos dólar y comida cara, sueldos baratos y beneficios para los ricos. Y confundidos que desearían que algún chacarero les preste un DeLorean como el de "Volver al futuro" para volver al pasado. Tarde piaste, pobre de toda pobreza. Y llenar el tanque del DeLorean va a ser cosa de ricos, como casi todo.
Hubo un traslado de recursos desde los pobres a los ricos. El asunto hacia adelante es cómo afectará el fino margen que divide a los votantes. Lo que podríamos llamar la grieta. ¿Cuántos la saltarán? ¿De qué lado a qué lado? Trescientas mil personas que no se sientan conmovidos por el no-relato cambian la ecuación. ¿Cuánto durará entre los votantes la idea del mal necesario? ¿Cuánta gente de bien que votó esperanzada hoy se siente avergonzada? Yo los conozco, son no pocos ochos los monos, Toto, Lolo...
Ningún relato garantiza nada. Es apenas una guía para que repitan los defensores y funcionarios. El relato del no-relato es algo más complicado: es como un remedio sin prospecto, de los que te pueden salvar pero también te pueden matar. Ya el relatito de la revolución de la alegría prescribió por falta de uso. Y ya que estamos en el relato de la virilidad, habría que preguntarse quién fue el primero que dijo (riendo) que los votantes se metan los globos en el culo.
El relato del no-relato es un derivado del "que se vayan todos", y no sólo en este país. Donde la política pasó a ser una mala palabra llegaron al poder proyectos esperpénticos, sin plan, sin Know-How (Chiabrando se prepara para caerle bien a los yanquis), y han fracasado porque la gente angurrienta quiere comer todos los días, casa, auto y tomarse vacaciones. Así no hay párrafo que aguante dos lecturas.
La suma de los párrafos nos dice que el neoliberalismo está de vuelta. Ha plantado las banderas del mercado que regula todo, acomodó una caterva de cosas para beneficiar a los amigos, y andá a quejarte. Junto al neoliberalismo vuelve las taras propias del sistema: no es casual que el benemérito haya elegido su presentación social en los programas de las divas de los `90.
Seguramente se viene un intento de trivializar aún más la realidad. ¿Funcionará? Vaya uno a saber. Creo que hay gente demasiado politizada como para comerse ese sapo. ¿Qué ha cambiado para que funcionara durante el menemato y hoy corra el riesgo de fracasar? Bueno, el Turco que lo Reparió era rolinga y este baila Gilda. No es poca cosa.
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