Mar 29.12.2015
rosario

CONTRATAPA

Retratos sobre cuerdas rasgadas

› Por Gualberto García

a Alma Maritano

"Hay música en el suspiro de una caña; Hay música brotando de los surcos; Hay música en todas las cosas, si el hombre tenía las orejas; La tierra no es más que la música de las esferas." Lord Byron

Guitarra y tambor

La casa de Gaspar estaba tranquila esa mañana. El sol tibio en la cara lo despertó amablemente. El verano se había hecho presente. Por suerte era sábado y no tenía que levantarse temprano para ir a la escuela. La casa vibraba por el viento, y cuando los perros se callaban podía escuchar un silbido colarse por los agujeritos de las paredes.

En el barrio no tenía muchos amigos. Jugaba con los perros. Siempre lo esperaban afuera de la casa. Lo acompañaban y hacían sentir protegido, invencible. Su piso de tierra y sus pies limpios. Su indiferencia al calor en las cortas noches en las que puede ver las estrellas desde su cama: la vida es más linda que alguna de sus pesadillas recurrentes.

Este sábado prometió hacer la tarea antes de ir a jugar. Tiene que rehacer un relato, la señorita de lengua le dijo que está mal no ponerle un final. Le resultaba difícil imaginar historias que terminen. Sus personajes son los animales del barrio y ellos siempre tienen algo que contar. Pero para dejarla contenta va a escribir: "Y los animales se fueron y nadie sabe dónde". Terminada esta tarea se pregunta: "¿Por qué desaparecerían los animales? ¿Adónde irían solos, y por qué buscarían a otra persona para cuidar?".

La seño de manualidades les enseñó a hacer cubitos de papel. Tenía que hacer diez pero le gustó tanto la tarea que se quedó toda la tarde haciéndolos. Se retaba a sí mismo, cada vez más rápida y prolijamente. Si hacía muchos podría construir un caballo de cuadraditos.

Los dedos le quedaron negros de doblar los diarios. Apoyó las manos en la cortina de entrada y las dejó marcadas. La madre está trabajando, teje un techo de paja para su vecina. En tanto las cosas gocen del trabajo de las personas, el mundo se seguirá complejizando. La madre de la madre de Gaspar siempre insistía diciendo que debemos subir la escalera rebosantes de alegría, porque la cima no existe: "el cansancio de las piernas se olvida cuando nos ocupamos de mover los músculos de la cara", decía.

Se acuerda como paga, a cambio del techo, la entrega de un cerdo. Teje sólo después del mediodía, antes ordena su casa, hasta que empieza a oscurecer. La satisfacción máxima que alcanzó hasta el momento fue descubrir que era buena en algo. Una persona, plena, resplandece.

Los animales están sueltos en el barrio, cada quien sabe cuáles tiene a su cargo. Así, ellos, los animales, sienten que son dueños de su destino: ¡libertad!

Hoy es el último día de trabajo, la mamá salió muy temprano para ultimar los detalles. También es el día de la paga. La custodia del animal pasa a manos de la familia de Gaspar. El plan es comer el cerdo y que la comida dure lo máximo posible. Tejiendo, la madre pensaba en la trama: una arriba, una abajo, un nudo... Terminada la última vuelta ﷓la paja, húmeda, le arrugó la piel de los dedos y siente ahora un ligero ardor bajo las uñas﷓ se enfrenta a ese momento que no se espera, aunque no es sorpresa: ella no se animaba a decir la palabra muerte, pero el cerdo, para ser comido, antes tendrá que morir.

Gaspar escuchó la llegada de su mamá. Los perros la anuncian con alegría. El quisiera aprender a ladrar para demostrarle fuertemente lo mucho que la extrañó. Llegó hoy más tarde de lo previsto. Tiene un nuevo juego para enseñarle a su hijo. Ella se dirige a la cocina y saca una olla, una cuchara y un rayador. Le advierte al hijo que este juego requiere de mucha concentración y él acepta el desafío.

Le explica el juego: desde ahora la olla es tambor, la cuchara será la vara con la que se golpea el tambor y el rayador, que ya no raya, una guitarra. El juego consiste en tocar los instrumentos, pero así dicho resulta demasiado fácil. Ahora se le agregará una dificultad. Este juego se aprende a ojos cerrados: sentado en canastita, se ubica el tambor entre las piernas y la guitarra a uno de los lados, en contacto con la piel para no tener que abrir los ojos al cambiar de instrumento. La guitarra es eléctrica, por lo cual se toca con una piedrita, para no lastimarse la mano.

Para jugar este juego primero hay que copiar los sonidos que nos rodean. Se sentirá frustración al principio, porque solo se puede reflejar el ritmo y no emular los sonidos: un ladrido tocado con esta guitarra suena trinch, trinch. Disciplina, firmeza. Una actitud de concertista. La cabeza erguida y los ojos cerrados. Transformación de sonidos: todo está en la cabeza. Armonía. Un juego tan difícil pasa, así, a ser estrategia. Poco a poco, el metal golpeado y el metal rasgado se vuelven música. Después de la mucha práctica ya se pueden abrir los ojos y salir al mundo a dar conciertos.

La mamá se va y Gaspar se queda jugando. Ella le dice que no es hora de salir, que va a estar en la casa de al lado; si la necesita para algo, que la llame desde adentro.

Un solo de tambor. Después de cada golpe es difícil no abrir los ojos. El sonido latoso y la vibración de la mano irán desapareciendo poco a poco. Toma la guitarra por la manija y apoya el instrumento en su pierna derecha. El sonido es perturbador, como las tizas nuevas en el pizarrón del colegio. Los perros, enloquecidos, no lo dejaban escuchar su guitarra. ¡A eso se refería la madre con la concentración! Acercó el instrumento más hacia el pecho y el sonido se volvió menos agudo. Los perros no se callaban pero Gaspar dejaba de escucharlos como si tuviese un filtro contra ellos. Hasta que al fin salió la primera canción. Simple y concreta. Aquello que comenzó como una copia de los ruidos de su panza tomó forma lentamente, hasta volverse "La canción de la sopa verde, de verdura limpia﷓limpia con ladrillitos de remolacha".

Gaspar escuchaba desde su casa a la Susana gritando y a su mamá respondiéndole: "Ya va, esperá". Es bueno que sean tan amigas. El se pregunta a qué estarán jugando y por los intensos golpes no duda que deben estar haciendo música. ¡La Susana es tan divertida! Fue en el momento del final, en un solo de batería, cuando escuchó el grito más fuerte. No era ni su mamá ni la Susana. No perdió la concentración, pero nunca había escuchado a nadie gritar de esa manera. Podía ser dolor o festejo, o simplemente parte de la música que estaban haciendo en la casa de al lado.

Llegó la mamá. Sus ojos estaban rojos, como cuando se está mucho tiempo cerca del humo. Lo felicita a Gaspar por su música y se emociona. Lagrimea tímidamente. Trae consigo una bolsa negra llena de carne: "¿De dónde habrá sacado la plata para comprar tanto?, ¿se la habrán regalado?", se pregunta él. Creyó que estaba triste pero dijo que sólo estaba cansada y aún tenía mucho por hacer: debía cocinar toda la carne, la heladera de la Susana estaba rota y con el calor se echaría a perder. Seguramente estaría desanimada. El trabajo de tejido había acabado, y le gustaría seguir tejiendo. ¡Ella es la mejor tejedora!

El padre fue a buscar a los abuelos, tíos y primos para comer. La madre, ahora, termina de cocinar; cambió el nylon de las paredes, ya muy rasgado, para que el viento no apagase el fuego y no se ensuciase la carne con tierra. Sus movimientos eran frenéticos, y casi sincronizados. Gaspar fue el encargado de conseguir las tablas para alargar la mesa.

Expectativa en el ambiente. Ver a toda la familia y comer como reyes. Un día memorable. Gaspar espera a sus primos para enseñarles su canción. Ahora que ya domina guitarra y tambor es hora de empezar a tocar con los ojos abiertos. El reflejo del rayador dibujó en la pared circulitos de luz cuando se prendieron los faroles de la calle.

Descubriendo el beat

Venís como podés / (de sorpresa venís) / venís como podés / (tum, tum, com, com, pum, tum) / por la entrada correcta / (la luz verde) memoria, / obra sin estrenar / (Blanco) puntos en la hoja. / Olores a guardado, / texturas de reptil / (en los libros vacíos) / (tum, tum, com, com, pum, tum) / (si, sol, si, si, sol, si) / despierto y voy (si, si)/ o venís o voy (sol).

No despierto al sueño y no muevo más que las manos que de tanto repasar texturas ya tienen callos y puntitos de sangre. Siento la textura del gránulo calloso de mis dedos con los labios y mi fascinación de texturas me estimula tanto que voy despertando; despierta el sueño y de a poco se olvida hasta que reflotan las obsesiones, debilidades y deseos que también llamamos sueños. El sueño y su significante perdido en elucubraciones intelectuales ¡tan amplio! Quiere decir lo todo y lo poco por eso debe salir del lenguaje para fluir en los tejidos hasta que entra en el miocardio de sentido y razón (tic tac, glupdup, clapclap). Despierto.

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