CONTRATAPA
› Por Ignacio Romero
"El tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos.../ El amor no lo reflejo, como ayer". Años - Sumo
Hace frío y es de noche. Una mujer me duele en todo el cuerpo, la lastimadura bien frutilla, larga pus y late. Cuando las cosas van de mal en peor, y las horas se arrastran al precipicio, me ayuda ver las vigas del techo. Cómo soportan el agua, los engaños, los abandonos. No se quejan.
Me asfixia este vacío, prendo el televisor. Me compré uno la semana pasada, uno inteligente (vaya oxímoron), de 60 pulgadas y que detecta la señal de Wifi. No tengo cable, busco la aplicación de Netflix, que justo hoy me asocié. Las series exigen que le dediques tiempo, todos los días, y para eso tengo los libros. Prefiero las películas, esas que te dejan pensando, con un mensaje. No puedo tragar los argumentos vanos. Un viejo rescata por tercera vez a su hija de los secuestradores.
Buscó en el menú la sección drama y navegó entre el mar de títulos. No me molesta la caída de Blockbuster, con el olor a nuevo en las alfombras, las repisas llenas de estrenos y las golosinas en la línea de caja. Se olvidaron de que Roma cayó y que Atlántida sigue perdida. Estaban muy preocupados por los bonos de fin de año y las tetas operadas de sus secretarias nos les permitió ver el tsunami.
Pero sí siento pena por los muchachos de Alternativa. Quemaban con el fuego que da la pasión, pero no tenían las armas. Digo, hasta llevaban un programa en la televisión donde comentaban los estrenos. Todos los viernes íbamos con mi novia al local de calle Roca.
--Bienvenidos -nos saludaba el gordito de ojos claros. Nunca se acordaba mi apellido, pero poco importaba.
Ella iba a la sección de comedias románticas. Ya habíamos visto todas, pero siempre había una nueva que era igual a las otras.
--Al final no era tan buena -me decía cuando aparecían los créditos.
--No, para nada.
Yo en cambio buscaba las que "duran toda la semana", uno se veía repitiendo diálogos y pensando escenas mucho después de verlas. El gordito me recomendaba siempre las europeas, sobre todo las del este, aunque una vez me llevé una coreana que duraba tres horas y tenía poco dialogo. Se llamaba "Primavera, verano, otoño...y primavera" y cuando la empecé a ver pensé "el mundo cada vez produce mejores equipos de audio y estos hacen una película muda". Pero era profunda, tenía mensaje.
Tengo ganas de verla de nuevo, no me molesta repetir, porque uno descubre detalles que a primera vista se escapan. La buscó en el portal, pero no aparece. Pruebo con el nombre en inglés y ocurre lo mismo. Necesito verla, no voy a poder dormir. Pero es imposible conseguirla, en la vidriera de calle Presidente Roca ahora se ven productos electrónicos y ellos no están más atrás del mostrador.
Extraño los viernes de películas. Antes de pagar, elegíamos pororó para microondas y un chocolate "Dos corazones". Nos gustaba ver cómo la bolsa de papel madera se estiraba cuando recibía el calor. "Mira, es como si se estuviera despertando de un sueño", me decías, y yo te besaba. Cuando subíamos al auto, partía el chocolate a la mitad mientras vos leías el verso que venía impreso en papel seda.
--¿Me guardaste un pedazo? -me preguntabas enojada cuando terminabas de leer.
Yo negaba con la cabeza.
--Sos un gordo asqueroso -me decías, y nos reíamos como tontos.
Hace frío y es de noche. Soy una isla, incompleto. No tengo novia, pororó ni chocolate. Tampoco corazón. En la mano, una taza de café que se puso fría y la película que está por empezar, no es la que quiero ver.
Entonces pienso que el mundo no siempre gana con la tecnología.
A veces, ni siquiera empata.
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