Jueves, 31 de marzo de 2016 | Hoy
Por Gloria Lenardón
En la noche, no era el blanco fosforescente de los pañuelos el que iluminaba el agua, sino los nombres, bordados por sus familiares en la fila interminable. Los pañuelos arrojaban su sombra al agua, tratando de volver más claras sus historias. Una paradoja ya que los que responden a esos nombres siguen en la oscuridad, tan cerrada como la oscuridad en la profundidad del río. La identidad se descubría frente a los miles de manifestantes de Rosario, atravesaban el pasaje Juramento hacia al monumento para recordar los cuarenta años del golpe: pancartas, reclamos, redoblantes, en una manifestación tan emotiva como rotunda. Leían los nombres de tantos jóvenes -más de quinientos, entre Rosario y la zona- bordados en negro en los pañuelos, hileras dolorosas, dispuestas en el agua de las bandejas. Nombres amados por tantas madres, y por tantos otros, que todavía sufren la perplejidad, no saben qué ocurrió, nada hay sobre su destino.
Obama fue invitado a una visita coincidente, llegó al país en la misma fecha, a los cuarenta años del inicio de esta historia que se extiende y registra datos en archivos norteamericanos, archivos que hasta ahora, pese a los reclamos, nunca pudieron ser investigados. Obama llega y es recibido con la obsecuencia que gusta recibir el rico del pobre, reemplazan el hotel número uno por un palacio, la seguridad local por sus hombres de negro y sus súper autos para su séquito de trescientas personas, seguido minuto a minuto, durante todo el día, por la televisión argentina, no presupone en situación inversa: Macri en Washington, la misma dedicación y el mismo trato. Obama llega y pregunta en relación al homenaje a los muertos de la dictadura, pregunta dónde estaban los cuerpos, había que llevar flores a las tumbas, no era una ironía era desconocimiento, un homenaje que ignoraba aspectos esenciales: La desaparición de los cuerpos. "No están. No existen". Barack Obama y Mauricio Macri insistieron en armar el homenaje, los dos en igual gama de color, traje, flores, expresión contrita, juntos caminan meditando metamorfoseados, obedientes a las circunstancias, in memoriam.
La memoria persistente, amiga y protectora de los hechos que la marcan, afloró en este aniversario sin que nada se desdibujara a lo largo de los cuarenta años, ni una sola de las consignas que fueron rectoras se resignó en algún momento, su contenido sigue enalteciéndolas. En Rosario, defendiéndolas de pie, dos madres, solamente dos madres pudieron este año recibir en la plaza 25 de Mayo a los manifestantes: Norma Vermeulen y Chiche Massa (hace cuarenta años que vienen sosteniendo los jueves de la plaza), para otras ya no fue posible. El tiempo va restando en un aspecto, sumando en otros, más de treinta mil personas se reunieron en la rueda que sigue dando vueltas, apoyada en la autoridad de su reclamo, y no claudica.
A los cuarenta años del golpe la marcha no solamente reafirmó su repudio a la dictadura cívico militar, también dijo no a los despidos masivos, y a los pagos a los buitres devoradores, defendiendo en una sola voz la legislación como un proceso largo de reflexión, que evita lo urgente, porque no tiene en cuenta ni lo general ni el futuro, y suele obedecer a intereses circunstanciales, defendió la reflexión que profundiza para llegar a resultados mas conveniente y justos.
La plaza insistió en la aceleración de los juicios, en la protección de todos los derechos. La plaza 25 de Mayo desbordada enalteció la recuperación del encuentro, los sentimientos que crecían como una marea exultante.
La plaza no es porosa para el olvido.
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