Sábado, 23 de abril de 2016 | Hoy
Por Miriam Cairo
Uno
Qué hacer con el asunto de la derecha en la izquierda, de la izquierda en la derecha. Con las víctimas de los accidentes verbales, con las interpretaciones aberrantes, con las vírgenes que lloran sangre, con el inconsciente colectivo, con los siete aromas de tu cuerpo, con las siete cicatrices de tu alma, con mi hambre de jazmines, con mi sed africana, con mi nombre prohibido, con mis pies de gacela acuática. Qué hacer con las rosas con cara de agapanto, con los agapantos con cara de rosas. Con los planetas silenciosos que huelen a casuarinas, con las casuarinas que huelen a planetas silenciosos. Qué hacer con mis demonios benditos, con mis ángeles endemoniados. Poesía, qué hacer, poesía con estos versos.
Dos
Hagámonos cargo. Todos somos inmortales. No entorpezcamos más la marcha de la creación. Cada vez que un hombre muerto va retumbando en la intemperie, un hombre vivo se sale del camino y lo abraza. Vayan donde vayan los muertos están vivos. Y esa es una de las razones por las que el cielo cierra cada vez más a menudo, cada vez durante más tiempo, sus ojos.
Tres
El silencio se pregunta cómo me voy a sentir cuando averigüe que es él quien dice y no yo, que es él quien mueve los dedos sobre el teclado, y escribe que, en el ciruelo, un arzobispo en miniatura salta de rama en rama, véase o no.
Cuatro
Va y viene en forma de transcurso, en forma de elfo, en forma de marqués, en forma de lejos, en forma de siempre, en forma de hombre, en forma de hora, en forma de pausa, en forma de cajita dorada, en forma de aullido, en forma de fuego, en forma de poema, en forma de lengua, en forma de diamante, en forma de tirón, en forma de pelo, en forma de catalepsia, en forma de vaho, en forma de crepúsculo, en forma temblorosa, en forma de romero. Subido a las espirales de la tercera dimensión, enredando himnos, vellones, encarnaciones, cáscaras de mandarina, lirios, memorias, palabras.
Cinco
Más tarde gruñe en mi cuerpo como una garganta; brilla en mis pies como una idea; se escabulle de mi vista como un rayo endeble que no enciende nada más que mis ojos.
Seis
Los vientos alisios salen de una botella,
invaden el cuarto
y se arremolinan en torno de la silla.
Hay señales.
Hay pasos que reciben otros pasos.
El cuerpo se naturaliza en una gran escena viviente.
De la botella de ron brotan a caudales los recuerdos.
El sexo es una niña en su expresión más pura
o más irracional.
La niña siente,
aun cuando no pueda darle nombre a lo que siente.
No hay en este mundo fortuna comparable.
Siete
Las cenas de camaradería, el teléfono, las vendas en los ojos, los tiempos insuficientes, y los impuestos, y el código de acceso, y las empresas off shore del alma, y los testaferros del amor, el servicio doméstico como efecto colateral de la revolución femenina, la cuatro por cuatro de la catequista con su catequista adentro, las manzanas en la frutera que no quieren aprender a hablar, las primas, las vírgenes marías, las cenicientas, los barba azul, corren a esconderse debajo de la cama, y me marcan un rumbo. Mi salvación está para el otro lado.
Ocho
Me puse a decir por primera vez, aquello que yo venía diciendo siempre, que entre el ron y la noche hay una equivalencia vertiginosa, que entre Praga y Kafka hay una equivalencia vertiginosa, que entre los objetos y el misterio hay una equivalencia vertiginosa, que entre la palabra y el resto de mí hay una equivalencia vertiginosa.
Nueve
De ahora en adelante voy a abrir la puerta, voy a detenerme en sus dos sílabas deslumbrantes, voy a tener perseverancia, voy a abrir otra puerta para que entren los besos que todavía no han nacido y voy a hacer un mundo en torno a cada una de sus letras, es más, de ahora en adelante sabré que después hay otra puerta que también abriré y dejaré entrar por ella la palabra pasos, y entrarán los naranjos derramando su azúcar continuo, entrarán los boxeadores con pollerita de plumetí, entrarán las calandrias dando saltitos de vedette, entrarán rebotando sus tetonas súper star, entrarán las muchachas que darán a luz ciento un dálmatas, las viejas vampiresas, las caléndulas masoquistas, los nomeolvides incestuosos, los maniquíes hermafroditas, las gitanas sagradas. De ahora en adelante seré la puerta que invierta los pasos.
Diez
Los vientos alisios sostienen en sus dedos a las niñas que comen coraje de la mano del miedo.
Un aleteo de pájaros se les mete en el cuerpo.
Un sol de diciembre las pone en cuatro patas.
Un principio de amor se les sube a la boca.
¿De qué otro modo podrían llenarse los agujeros del cielo?
Ellas, con sus otros labios
bien podría nombrar el origen del universo.
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