CONTRATAPA
› Por Roberto Retamoso
Ahora que han comenzado los fríos, los encuentros se vuelven esporádicos. Cuando el calor arreciaba, la sombra del árbol era el espacio propicio para discurrir, al fresco, permitiendo un trasvasamiento que iniciaba al nieto en la sabiduría, y brindaba al abuelo la posibilidad de legar su invalorable experiencia. De todos modos, cuando el sol actual, más débil pero no por ello menos iluminante, lo consiente, vuelven a encontrarse bajo esas ramas añosas, ahora despojadas, y platican, en una ceremonia privada que, por el aura que la rodea, no podría acaecer en ninguna otra parte.
El Nieto: Abuelo, ¿por qué se festeja el 1º de Mayo?...
El Abuelo: En realidad, si decimos que el 1º de Mayo se festeja incurrimos en un error, de esos a los que nos habitúan los medios de comunicación. Lo que se practica, en verdad, es una conmemoración, y en todo caso, un homenaje.
El Nieto: ¿Y qué es lo que se conmemora en esta fecha?
El Abuelo: La memoria de unos obreros que, a fines del siglo diecinueve, fueron asesinados por reclamar que la jornada de trabajo no abarcase más de ocho horas, dejando las restantes horas del día para el descanso, el estudio, la vida en familia y el esparcimiento.
El Nieto: ¡Ese reclamo era absolutamente lógico y razonable!...
El Abuelo: Lo es para cualquier persona que sienta, por el prójimo, un verdadero respeto, y que no pretenda someterlo para satisfacer sus intereses particulares.
El Nieto: Quieres decir, entonces, que quienes mataron o mandaron matar a esos obreros carecían de ese respeto...
El Abuelo: Exactamente. Carecían de él, porque los veían simplemente como cosas, objetos carentes de vida y de alma, que debían estar eternamente al servicio de sus deseos y sus órdenes.
El Nieto: Abuelo, ¡pensar de esa manera es inhumano!
El Abuelo: Desde luego. Lo que ocurre es que no todas las personas, por paradójico que suene, piensan de manera humana. Las hay que lo hacen, como bien dices, de modo inhumano.
El Nieto: ¿Y cómo es posible que alguien, que pertenece a la especie humana, piense de forma inhumana? Parece un absurdo.
El Abuelo: Es posible, y tiene una explicación, por complejo que resulte entenderlo. Para ello debemos entender que nuestros pensamientos no acontecen en medio de la nada, o dentro de una burbuja, sino que se hallan fuertemente determinados por las relaciones sociales en las que transcurre nuestra vida. Esas relaciones modelan, por así decirlo, las ideas que aparecen en nuestro pensar. Pensamos, de tal modo, lo que la sociedad, o mejor dicho, una parte de la sociedad, la que domina al resto, hace que pensemos.
El Nieto: De manera que quienes mataron, o mandaron matar a esos obreros, pensaban de ese modo porque la sociedad les imponía esas ideas inhumanas...
El Abuelo: Lo cual no los absuelve de sus crímenes ni los libera de la culpa que, por los siglos de los siglos, su memoria habrá de arrastrar para siempre. Lo que intento explicarte, con esto, es por qué hay personas que piensan y actúan de una manera que, para nuestro juicio y nuestra sensibilidad, es a todas luces inhumana.
El Nieto: Y ese pensamiento, de acuerdo con tu explicación, lejos de basarse en la justicia, se sostiene en lo injusto.
El Abuelo: Y en lo falso, porque es una característica de esas personas presentar lo que no es cierto como verdadero.
El Nieto: ¡Tal como lo hace nuestro presidente, como tú lo dices!
El Abuelo: En efecto. ¿Sabes qué ha dicho este día, que debería servir para el homenaje contrito, para la conmemoración sincera que honre no sólo la memoria de esos mártires, sino de los millones y millones de trabajadores que entregaron su vida, literalmente, no por una causa noble y trascendente, sino por engrosar las arcas de quienes usufructuaban su esfuerzo en beneficio propio? Ha dicho que miles de trabajadores públicos, en este país, eran inútiles, por lo que fue necesario desembarazarse de ellos.
El Nieto: ¿Inútiles? ¿Es que no hacían nada?
El Abuelo: Hacían, y mucho. Llevaban salud a los barrios humildes, vacunaban a la gente, posibilitaban que los niños como tú tuviesen una computadora en la escuela, mantenían en funcionamiento a la mayor y mejor biblioteca pública del país, cuidaban que personas inescrupulosas no estafasen al gobierno evadiendo impuestos, dirigían orquestas infantiles. Hacían todas esas cosas, que mejoran la vida de las personas, y ennoblecen sus almas.
El Nieto: ¿Y por qué el presidente se empecina en denostarlos?
El Abuelo: En primer lugar, porque habían sido designados por otros gobiernos. Pero no sólo por eso, también porque piensa, o cree, que los trabajadores públicos no son necesarios. El país que desea este presidente es un país donde sólo cuenten las empresas privadas, y donde lo público, o lo estatal, para ser más precisos, se reduzca a una pocas funciones para él inevitables, como la de proteger los bienes de los acaudalados, liberar la economía de toda tutela por parte de las autoridades, y realizar las obras públicas indispensables para que el país funciones de acuerdo con esas pretensiones.
El Nieto: ¡Pero entonces no quiere trabajadores, quiere esclavos!
El Abuelo: Esa sería su aspiración, pero no le resultará fácil concretarla. Los trabajadores aprendieron, de esos mártires y de tantos otros, que deben luchar para lograr que sus derechos se respeten y se ejerzan, por complejo o dificultoso que resulte ese logro.
El Nieto: Abuelo, ahora entiendo por qué el 1º de Mayo no puede ser un festejo, aunque sí un día de lucha...
El diálogo habrá de continuar, por horas, en estos términos, hasta que el sol comience a declinar, y el Abuelo y el Nieto regresen a la casa, habiendo labrado, como tantas veces, un vínculo de saber y dignidad que a ellos sí, como a tantos otros, los vuelve, de modo indeleble, verdaderamente humanos.
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