CONTRATAPA
› Por Dorcas Bressán
Se aproximaban los días del XXXI Encuentro Nacional de Mujeres, el patriarcado hacía sus mal llamadas bromas en diferentes sitios. La curia como siempre decía que ellos no ven rosarios en nuestros ovarios, que nada entienden de esos cantos. Algunos periodistas de modo tímido, pero sin animarse demasiado a preguntar, tal vez, por miedo a herir su propio narcisismo patriarcal y el Nombre del Padre, intentaban balbucear acerca de la postura de la iglesia católica en relación a este Encuentro. Como también se leía en ese silencio qué hacemos tantas mujeres juntas. No hablamos de moda, no competimos por belleza, transitamos con nuestro deseo a flor de piel, somos nosotras, sin etiquetas, y cual flujo deseante nos desplazamos, nos encontramos, nos abrazamos, nos sonreímos, nos pedimos disculpas cuando era necesario.
En ese vivo silencio se va tejiendo la fuerza para dar a luz otro Encuentro Nacional de Mujeres, el número XXXI y cada vez somos más las que nos animamos a cuestionar las construcciones culturales, visibilizando la opresión en sus diferentes modos.
Todas parimos este ENM, todas aquellas que elegimos pasar por esta vida y dejarles a nuestras hijas, sobrinas, nietas, amigas (que incluye todas las personas) que "nada es eterno", que si nos atrevemos a ser protagonistas de nuestra historia, el amo deja de serlo porque le podemos mirar a los ojos y desafiarles, que cuando las miradas se equiparan la desigualdad disminuye, y otras desaparece.
Haber caminado Rosario desde el viernes a la tarde hasta el domingo a la noche era confirmar la fuerza de las mujeres, de las multitudes, de la diversidad real, cierta, de la convivencia entre todas, sosteniendo las diferencias sin jerarquías, un encuentro basado en el respeto, la escucha, el afecto, la contención, la sororidad, incluyéndonos y reconociéndonos como semejante.
La fuerza de las mujeres jóvenes luchando para no repetir las historias de otras mujeres, el empuje de esos cuerpos, de un conocimiento que no queda encerrado en el discurso hegemónico, el atreverse todo el tiempo, la confianza que se suscitó en los talleres para que muchas pudieran contar sus historias, que los encuentros son sanadores, y no porque alguien imponga las manos, sino porque la palabra como verbo, cuando es escuchada y no se deja coagular para caer en los estereotipos opresores que produce y reproduce el sistema, generando exclusión y por ende más violencia, porque la indiferencia es uno de los peores modos de la segunda, porque condeno al otro a la no existencia. Ellas con su juventud nos enseñan todos los días que es posible producir una nueva grieta en el muro del patriarcado.
El feminismo en todas partes del mundo, al igual que los movimientos de mujeres, se han caracterizado por ser verdaderas revoluciones sin derramamiento de sangre. Esto quiere decir que subvertimos el sistema dominante. Por ello es que estos encuentros nacionales y regionales tienen la fuerza de cuerpos sin patrones y esto produce temor ¿acaso será el mítico temor a la vagina dentada de las mujeres?
Tal vez, por ese mismo miedo nos siguen matando. No ha de ser casual que al día siguiente del Encuentro aparecieron más cuerpos de mujeres sin vida.
Quedarnos mirando lo que un grupo de "infiltrados" hizo, es hacerle el juego a la curia, a la institución policial y a todo el aparato ideológico del Estado que está dispuesto a reprimir porque el ser diferente y salirse de los estereotipos genera miedo. Que se esconde detrás de uniformes, instituciones y legalidades para perpetuarse en el poder y seguir oprimiendo, casi naturalmente. Se confirma cerrando el círculo: nos matan porque provocamos, nos encierran porque somos locas y nos queman porque somos brujas. Para tales fines, el Estado utiliza a sus secuaces. En el decir de Simone de Beauvoir: "el opresor no sería tan fuerte sino tendría cómplices entre los propios oprimidos".
Los cuerpos de las mujeres históricamente han sido censurados, somos portadoras del mito de Eva, representamos la tentación según la iglesia católica, representación social que ha permeado todos los momentos históricos como todas los estratos sociales, por ende cuando estamos juntas, esa potencia es necesario interdictarla, cuestionarla, ponerla bajo la mirada del patriarcado. La sororidad que se produce en los Encuentros Nacionales, es necesario opacarla con los calificativos de "sucias", "putas", "locas".
Romper el hechizo del embrujo patriarcal es nuestra tarea. Y estas nuevas generaciones tienen mucho para enseñarnos. Hasta el próximo ENM.
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