Mar 01.11.2016
rosario

CONTRATAPA

Escrito con tinta negra

› Por Sonia Catela

Se machaca el tambor de que "El Primer Mundo es nuestro camino. Sigámoslo", lo repiquetean nuestros funcionarios de alto rango: Argentina es un desastre, desde la educación a la tecnología, desde nuestra inserción en el mundo a la falta de competitividad. Sin embargo, los predicadores de tales "verdades" no proponen la misma ruta para todas las situaciones. Respecto a ciertos asuntos vitales, rumbean hacia la dirección opuesta.

Ejemplo: el derecho al aborto que reclaman multitudes de argentinas y nos resulta negado, mientras que en ese "primer mundo" a imitar, es libre y absolutamente legal.

¿Cuántas somos las "delincuentes"?

En nuestra nación se calcula que entre 460 mil y 600 mil mujeres recurren anualmente al aborto clandestino. Alta cifra que demuestra que la penalización no impide su práctica. Y alta cifra si se la compara con los nacimientos anuales que se producen en el país: 750 mil. Por poca diferencia no se igualan. De quienes interrumpen el embarazo, unas 60 mil mujeres son pobres y terminan hospitalizadas por apelar a métodos que incluyen utilización de sondas o agujas, hierbas o combinación de medicamentos inconvenientes.

Y mueren demasiadas en el intento. Según el diario La Voz: en 2012 fallecieron en el país 33 mujeres por esa causa. Un año después, la cantidad trepó a 50. O sea, un aumento del 51% en los decesos. "La interrupción voluntaria del embarazo vuelve a ser la primera causa de muertes maternas". Cifras que seguramente son mayores en una realidad que se transforma, en manos de nuestros magos gubernamentales, para esconder lo que no conviene mostrar.

Precisamente, en julio de 2016 el Comité de expertos de Naciones Unidas recomendó a Argentina la revisión de la legislación sobre el punto, entendiendo que la penalización no sólo no impide su práctica sino que también pone en riesgo la integridad de las féminas que apelan a él. Y pusieron como ejemplo a Uruguay, país donde la práctica del aborto es legal y en el que no se registran muertes desde que rige dicha habilitación.

Todas a la cárcel

De las mujeres que sobreviven también debemos hacer cuentas de las que terminan escarmentadas con prisión. En Argentina ostentamos 234 condenadas por aborto entre 1996 y 2008. Y con el caso de Belén, sentenciada a ocho años de cárcel por una pérdida espontánea en Tucumán, se logra la cúspide de las aberraciones jurídicas.

Al ser consultado por ella liberada luego de dos años de rejas gracias a la presión social , Mauricio Macri defendió la prohibición del aborto argumentando que "traer a un niño a este mundo es una de las cosas más lindas que le puede pasar a una pareja". Ay, qué romántico...

Frente a estas posturas que prohíben la libertad de elección sobre el destino propio, hallamos a un Estado que se desentiende de sus responsabilidades frente al altamente redituable negocio del aborto clandestino. Porque ¿de qué hablan las cifras? De hipocresía social, donde las mujeres pobres no pueden acceder a él por "delictivo", pero se legitima mediante el dinero que se paga a médicos totalmente conformes con la práctica, siempre y cuando puedan cobrar. En definitiva: ¿qué olemos aquí? ¿Money money? Y surge la inquietud: ¿lo que se trata de preservar es el negocio?

Porque hay mucho en juego: se baraja que la cifra que mueve el negocio clandestino del aborto en Argentina es nada menos que de un millón de dólares por día, dinero apetecible en una sociedad donde para muchos rige el "no tendrás otro dios más que el dólar". Esa ganancia económica denota la oculta resistencia a la despenalización del aborto por parte de sectores de la sociedad, encubiertos, que se alimentan de un negocio ilegal. Y es una de las insistentes denuncias de las organizaciones de mujeres que impulsan el reconocimiento jurídico de la opción liberadora.

¿Habrá que exiliarse?

En 57 países del mundo se reconoce el derecho del aborto, ante el simple pedido de la mujer. Algunos de ellos: Francia, España, Canadá, Austria, Bélgica, Dinamarca, Alemania, Grecia, México, Holanda, Noruega, Portugal, Rusia, Australia, Suecia, China, Italia. Países protestantes, católicos, agnósticos. En Italia se aprobó en mayo de 1978 la ley 194 que permite la práctica de la "interrupción voluntaria de la gravidez". "Esa ley autoriza el aborto dentro de los primeros noventa días de embarazo. Aunque se indica que debe haber dificultades económicas, serio peligro para la salud de la madre, o temor de malformaciones en el niño en gestación, en la praxis cualquier motivo personal serio es suficiente para interrumpir la preñez. Tres años después de la aprobación del proyecto, el Movimiento por la Vida, de orientación católico integrista, promovió un plebiscito popular para derogar la norma aprobada en el Parlamento. Plebiscito en el que los italianos rechazaron la anulación de la ley, en junio de 1981, por lo que la misma continúa en vigor. En todos los casos, el aborto es completamente gratuito y se puede realizar en cualquiera de las estructuras sanitarias de carácter público, previstas por el Estado, o en las privadas aprobadas por el mismo.

Los requisitos determinan que la mujer que desea abortar debe presentarse en un consultorio familiar ante un médico de confianza para analizar los motivos que la llevan a esa determinación. En la conversación se analizan todas las soluciones, de acuerdo al motivo aludido. Pero la decisión final es de ella. De inmediato se le da un certificado y después de siete días puede acudir a una de las unidades sanitarias legalizadas para efectuar la interrupción.

Para finalizar: un comentario al margen en cuanto a lo que se reclama en Argentina: que el aborto sea un derecho, no significa que se convierta en obligación. Cada cual procederá según desee, quedando en pie el libre albedrío. Se trata del prioritario respeto de las conductas que la mujer resuelva adoptar.

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*Las mujeres que no dispongan de fondos suficientes pueden acceden a un medicamento considerado esencial por la OMS para la realización de aborto seguro hasta la semana 12 de embarazo, llamado Misoprostol en la Argentina es de venta bajo receta con un gasto al alcance de cualquiera.

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