CONTRATAPA
› Por Iván Fernández *
Cada vez que subo a un colectivo elijo, si puedo, asientosislas; pertenezco a la fauna de los que prefieren la hilera derecha (caminando hacia la puerta de atrás), particularmente en la parte posterior.
Levanto el brazo y la "K" se acerca magnéticamente. Me siento (ya aclaré mi pertenencia a las especies solitarias) en la parte posterior. Unas cuadras, el cemento en el que hasta hace poco estaba inmerso comienza a tornarse paisaje, y sube un hombre: joven, morocho, solo. Alojado en asiento trasero lo veo ascender y habla, solo (por lo menos para mi escucha). Elige el asiento ubicado detrás de mí, y habla. Conversa tal vez con un amigo de aquí o de allá (por supuesto su voz no se oye) en complicidad.
¡¡Uh!! ¿Y te la llevaste al cuartito? grita.
(respuesta)
¡¡No!! ¡¿En serio?! y ríe largamente.
(respuesta)
La voz emerge de mis espaldas y puedo ver cómo, alternándose, los afiliados al gremio de los parados voltean y miran, centímetros por sobre mi cabeza, el rostro que grita. Unas chicas de colegio ríen mirando el suelo. La boca se expande en formulaciones de entonación de secreto y de amplitud de proclama: las inflexiones son para alguien que no escucho ni veo, el volumen es para mí y todos los ciudadanos de la "K".
"Soledad: Inicialmente, la literatura era leída en voz alta, ante un auditorio, y la palabra escrita no era autónoma, sino un mero apoyo de la palabra hablada. (...) En el libro seis de sus Confesiones, san Agustín cuenta con asombro cómo san Ambrosio leía en soledad y sin pronunciar las palabras en voz alta." (Gamerro, Carlos. Harold Bloom y el canon literario. Ed.: Campo de ideas. Madrid, 2003. Pág.: 31)
Tres cuadras, sube un hombre. Mayor, calvo, solo, vestimenta formal (pantalón de vestir y camisa). Su rostro se crispa en gestos de enojo y se sienta enfrente de mí (en la "K" hay asientos enfrentados). Habla, gesticula, solo. Enojado increpa, señala, se enfrenta.
"Aquel día oráculo del Señor yo aturdiré a todos los caballos y enloqueceré a sus jinetes; abriré mis ojos sobre la casa de Judá y encegueceré a todos los pueblos." (Zacarías, 12.4. Ed. Paulinas. Madrid. Pág.: 1086.)
Enfrente, el hombre del enojo, que gira la cabeza en gesto de negación mientras señala el suelo; y detrás:
¡¿A ésa sabés qué le hace falta?!
(respuesta)
(risa estridente)
"En particular, cuando se dice que la sexualidad posee una significación existencial o que expresa la existencia, no hay que entenderlo como si el drama sexual no fuera, en último análisis, más que una manifestación o un síntoma de un drama existencial. (...) Hay que reconocer, sin duda alguna, que el pudor, el deseo, el amor en general, tiene una significación metafísica, eso es, son incomprensibles si se trata al hombre como a un ((haz de instintos((, y que conciernen al hombre como conciencia y como libertad." (MerleauPonty, Maurice. Fenomenología de la percepción. Ed.: PlanetaAgostini. Barcelona, 1985. Pág.: 183)
Todas las miradas y todas las risas bajas parecen orbitar alrededor del hombre de la complicidad, en cambio, exceptuándome, nadie parece percatarse del hombre de la ira, cuyo cuerpo ahora se tensa en nuevas amenazas silenciosas.
"Aquel día, los profetas se avergonzarán cada uno de su visión, mientras están profetizando, y no se pondrán más el manto de pelos para engañar. Cada uno dirá: "Yo no soy el profeta, yo soy un hombre que cultiva la tierra, porque la tierra es mi ocupación desde mi juventud"." (Zacarías, 12.4. Ed. Paulinas. Madrid. Pág.: 1087)
Pero ya llega mi esquina, vuelvo a la gran ciudad. La "K" se aleja llevándose las lenguas desiertas.
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