CONTRATAPA
› Por Iván Fernández *
Yo estoy sentado, solo.
El colectivo del que soy ciudadano es uno de aquellos que en cierto momento atraviesan una regeneración casi completa. En las plazas de múltiples paradas se producen grandes abandonos de las urbes-colectivos y masivos nacimientos. Las puertas se abren, las traseras expulsan gente y las delanteras dan a luz sujetos que vienen a instalarse seguramente por muchas cuadras. Mi ciudad, que hace unos instantes era casi un paraje desierto, ahora se puebla de muchedumbre. Y esto ocurre mágicamente cuando en el espacio exterior a la urbe-colectivo aparece la fila de construcciones idolatradas: postes de metal con los nombres de las ciudades a ocupar, con los números de las líneas a habitar (nuestra naturaleza es artificial).
"En el caso de muchos pueblos, sus ideas acerca del sistema social del cual son parte están conformadas o in-formadas por una analogía entre ese sistema del cual son parte y el sistema ecológico y biológico más amplio del cual los animales, las plantas y la gente -todos- son parte. La analogía es parcialmente exacta, parcialmente imaginaria, y parcialmente realizada -convalidada- por acciones que dicta la fantasía. De este modo, la fantasía se vuelve morfogenética, o sea, se vuelve un determinante de la forma de la sociedad." (Bateson, Gregory. Espíritu y naturaleza. Ed.: Amorrortu. Buenos Aires, 2002. Pág.:155)
Entre esos nacimientos está el de un hombre de unos 60 años, o más. Queda parado a mi lado, le ofrezco mi morada, la rechaza, prefiere su modo de estar erguido. Y comienza a hablar:
- Yo manejaba esta línea. Sí, la manejé durante un montón de años, cuando tenía otro nombre.- Su tono era afable, amistoso, agradable (por lo menos para mí).
- La gente era muy buena.- continuó.
- ¿Los pasajeros?
- Sí, los pasajeros, la gente de este recorrido era muy buena.
La charla siguió en consideraciones acerca de lo loable del pasaje de la línea ahora 146 (las ciudades cambian de nombre). Es claro que cada urbe tiene sus modos, que sus habitantes configuran sus comportamientos en relación con su hábitat, y el hábitat se conforma en vínculo con las particularidades de sus moradores.
"El "ser en el mundo" y por ende también el mundo deben venir a ser temas de la analítica dentro del horizonte de la cotidianeidad del término medio como inmediata forma de ser del "ser ahí"." (Heidegger, Martin. El ser y el tiempo. Ed.: Fondo de cultura económica. Buenos Aires, 2004. Pág.: 79)
Y así, en otro aspecto, cada colectivo tiene su idiosincrasia y requiere que puedas hacer, o no, tal o cual cosa según la línea que pretendas.
El tiempo, por supuesto, también te condiciona:
- Qué épocas. Ibamos a bailar al Deportivo. A veces íbamos a comer a los parques...-
La voz de la historia, el relator del colectivo, sigue con sus comentarios recordatorios que me hablan directamente. Y mientras pienso en los recorridos que eran otros, en las ciudades que eran nombradas de otro modo, escucho el pasado y veo el presente.
"Un sabio oriental pedía siempre en sus oraciones que la divinidad lo librara de vivir una época interesante. Como nosotros no somos sabios, la divinidad no nos libró de ello y vivimos una época interesante. En todo caso, nuestra época no admite que podamos desinteresarnos de ella." (Camus, Albert. El revés y el derecho. Ed.: Losada. Buenos Aires, 2004. Pág.: 73)
Bajo solo del colectivo, a nadie importa que me vaya excepto, y tal vez, al anterior colectivero y ahora pasajero, de quien me despido.
¿Por qué irían a bailar a un deportivo?
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