CONTRATAPA
› Por Rubén Vedovaldi
El Borrador
Un hombre salta una tapia y cae muerto en medio de un jardín.
Toda la vida del jardín se conmueve y viene a pedirme que deje mi cuartilla a medio hacer y mi lapicera y mi escritorio y salte la tapia para averiguar allá afuera quién lo mató. (Yo soy el autor y lo tengo que saber y lo tengo que contar). Pero yo tengo miedo de saltar esa tapia y caer muerto del otro lado. Entonces vuelvo a mi escritorio y a mi hoja a medio narrar y concluyo:
-Queridas flores y queridos bichitos del jardín, mejor tiremos el muerto otra vez afuera y borremos estas líneas y escribamos otro cuento sin muerte y sin miedo, ¿eh? ¿Qué les parece?
Sed y palabras
Es la alta noche. Un hombre tiene sed, pero lo único que hay es silencio y una que otra palabra. El hombre abre una palabra y se mete desnudo y entero adentro de la palabra. Adentro está más oscuro que afuera. El hombre enciende un deseo amoroso y trata de ver en la oscuridad, pero el amor es ciego y lo lleva a cualquier parte. Cuando el amor se apaga, el hombre enciende una locura y ve muchas cosas o espectros dentro de la palabra. Las cosas le sacan la lengua y se le ríen en la cara o le hacen cosquillas en los pies y el hombre busca infructuosamente la salida.
Un cartel le indica: Espera a que se apague la locura. El hombre espera a que se apague la locura y enciende un olvido profundo.
Baja por el hondo y oscuro camino del olvido, y sale de la palabra.
Afuera la gente le pregunta:
-¿Qué sed tuviste, qué palabra abriste?
A lo que el hombre solamente puede balbucear.
-No sé, no me acuerdo.
Todos se alejan del olvidadizo, menos una niña.
La niña extiende una mano hacia la sed del hombre y le regala otra palabra.
Y otra vez, después de la profunda oscuridad, amanece.
Tres deseos del crédulo pescador
Un hombre pesca a orilla del río una lámpara que parece mágica. El hombre la frota hasta que sale la voz antigua de un genio:
-"A tus órdenes, amo. Pídeme tres deseos y te serán concedidos ya ya ya.
El pescador piensa muy bien sus deseos y pide:
-Primero quiero la salvación y gloria eterna para todas las almas pasadas, presentes y futuras de este mundo y de cualquier otro lugar en donde las hubiere.
-El genio pareció dudar un momento y preguntó: ¿Y cuál es tu segundo deseo?
-Segundo: que tú seas libre y feliz para siempre de toda servidumbre y que quien te encerró en esta lámpara sea perdonado.
-Ya veremos si perdono a ese malvado. murmuró el genio ¿Y cuál es tu tercer deseo?
-Tercero: que esto esté sucediendo de verdad y no sea cuento.
Y pasó el tiempo y los tiempos y el genio no pudo concederle el tercer deseo. Y el cumplimiento del segundo deseo y del primero, el pescador todavía los está esperando.
Ida y vuelta multiplicada
Una mujer estira su mano hacia la copa del árbol de la lengua y del habla y desprende una palabra de jugoso aroma y dulce color. La mujer abre con su lengua la palabra y se mete toda ella dentro de la palabra, hasta el carozo. Luego monta el carozo de esa palabra y viaja sensorialmente y va visitando las costas de los siete mares del silencio. De las orillas de los mares del silencio viene un aire de verbos que acaricia el vientre y peina los cabellos de la mujer. La mujer lleva el carozo a la mejor playa y lo deja encallado en la arena y se adentra en la tierra firme de las voces. Las voces son en esa parte todas masculinas y reciben a la mujer en interminables orgías.
La mujer vuelve preñada hasta el carozo y monta y vuelve por los mares hasta el centro oceánico de la palabra que la contiene. Y sube por una liana hasta el cenit. Y sale de la palabra por donde había entrado y se arrodilla a parir siete hijos junto al árbol de la lengua y el habla. Y canta. Y va dejando cada hijo prendido como fruto de una rama del árbol y luego se tiende a descansar y viene el viento y algunos animales se asustan o huyen a esconderse, pero la mujer se confía al árbol y duerme en paz el mejor de sus sueños y siete sueños más, porque ella sabe que a las palabras que echaron raíces en la vida, no se las lleva ningún viento.
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