Dom 08.07.2007
rosario

CONTRATAPA

Algo pasa, algo avanza

› Por Luis Novaresio

Uno: Algo avanza. Al menos eso siento. Y te reís. No es nada de eso, me decís. Apenas tu inveterado y exagerado optimismo sin fundamento. Eso suena a credulidad boba. A ingenuidad. Ingenuo y bobo, me decís. Puede ser, te digo. Pero yo siento que algo avanza. La piba policía, el piquete, Nora Dalmasso muerta y la mal llamada eutanasia de Río Negro tienen que ver. Entre sí. Y para que yo lo crea. Algo avanza. Porque si no lo creyera, empezaría por las valijas. O por un exilio interior.

Dos: ¿Qué policía preferís menos? ¿A uno buchón o uno morbosito que en el sexo dice que vale todo? Es cierto que la comparación no tiene sentido y que la pregunta es tramposa. Sin embargo, una piba, dicho esto en honor a su corta edad y con todo respeto por su trayectoria, hizo estallar este tipo de comparaciones cuando decidió que sus ratones eran más fuertes que las formas por las que había decidido jurar a la hora de asumir su oficio. La policía santafesina que se fotografió en su casa con algún atributo de su uniforme y poca (y sensual) ropa para conquistar a un colega uniformado, debe todavía estar maldiciendo la fuerza de su sangre y la poca intuición que natura le dio a esta fémina para no darse cuenta de que estaba enfrente de alguien que no la merecía. Así de corto: Ese caballero no es tal y no merece a una mujer con todas las letras. Y sin embargo, ojalá esta mujer esté leyendo estas líneas, ella contribuyó con su gesto individual, y en mucho, para cimentar el derecho al respeto de todos por su decisión privada.

¿O acaso no notaste que la gente está mucho más caliente con el novio que hizo circular las fotos pensadas, dedicadas y posadas para él que con la bonita niña que no respeta la camisa azul y el arma reglamentaria? Como pocas veces, el pedido de escarnio del público pedía identificar al galán de cotillón (así lo calificó otra mujer policía) para repudiar su necesidad de probar su testosterona ante sus colegas con tan bajo recurso y decirle que su gesto era de poco hombre. Es cierto que apareció el chiste fácil del común y corriente que denunciaba su propio delito para que la chica lo esposara o del otro uniformado que pegó en algunas comisarías las fotos como si fueran almanaques de gomería. En todo caso, siempre varones. Pero la gran mayoría de los mortales de estas pampas (y ¿todas las mujeres?) anduvo caliente de cerebro para insultar al varón exhibicionista de la supuesta mina conquistada como una muesca en su revólver antes que para juzgar a la imaginativa policía que, al fin y al cabo, no hizo más que poner negro sobre blanco una de las tantas fantasías del ratódromo oficial. Algo pasa. Algo avanza. El buchón cobarde es más repudiado que la fantasiosa y osada.

Tres: Nora Dalmasso fue verbalizada como pocas veces. Nosotros, los que defendemos este oficio, caímos también en la trampa y usamos para ella todos los adjetivos que hay en el diccionario, agregamos algunos de nuestra cosecha y prescindimos de los sustantivos. Alguna vez deberemos darnos el debate sobre las tan frecuentes expresiones que arrancan con un "qué impresionante, qué extraño" y pensar si no es hora de sustantivar nuestro trabajo. Contar los hechos. Sin embargo, había un límite. La muerta era sólo de sus deudos. Había un límite. Con desparpajo y desesperación de mercado, un punto de rating habilitó poner al aire las fotos del cadáver de la mujer de Río Cuarto birladas al proceso judicial por un grupo de sindicalistas policiales y entregadas vaya a saberse con qué excusa. Las fotos daban asco. Y te aseguro que asco, aquí, es un sustantivo. Nada de adjetivación personal. (Y a este cronista le cuesta escribir esto pensando que el periodista responsable de las noticias del canal de TV en cuestión es un profesional respetable, admirado y probo).

Otra vez la privacidad fue invadida. No hay demasiado por decir. Sin embargo, Nora Dalmasso, desde su indefendible vulneración íntima, logró fortalecer el derecho del resto para que sepamos que, incluso en este caso, hay un límite. Como con la policía sexy, el enojo masivo fue más fuerte hacia los que trabajamos de este oficio que no nos detuvimos ni ante la muerte en fotos. Algo avanza. Algo pasa.

Cuatro: Río Negro aprobó una ley mal llamada eutanasia. Según los diccionarios médicos, la eutanasia activa es la puesta en práctica de una acción médica positiva con la que se acelera la muerte de un enfermo, o se pone término a su vida. Te doy veneno y te morís. Eso es homicidio. La Eutanasia pasiva es la no aplicación de terapias o acciones que pudieran prolongar la vida del enfermo innecesariamente. Respirador artificial por años, como el famoso caso de Karen Kinland. La ortotanasia es dejar morir a tiempo sin emplear medios desproporcionados y extraordinarios. La idea es evitar la llamada distanasia, que consiste en el "encarnizamiento o ensañamiento terapéutico", mediante el cual se le aplican al enfermo todo tipo de acciones "terapéuticas" con el fin de prolongar su vida a toda costa, llegando a la muerte en condiciones inhumanas y antinaturales.

Si estás lúcido, sos capaz y decidís que en tu vida, nada menos que en el borde de tu muerte, no querés que se te apliquen tratamiento médicos con los que no coincidís aún que se supongan beneficiosos para prolongar los latido de tu corazón, ¿debe el estado permitirte esta disposición de la vida privada o debe hacer primar el derecho a una supuesta vida cueste lo que cueste?

Río Negro levantó una gran polémica que llevó a que se debatiese sobre un derecho privado como es el de decir el modo del fin de tu existencia. Es cierto que los que vivimos en esta provincia en forma de bota deberíamos recordar que funciona desde hace un año el Registro de disposiciones de última voluntad que prevé dejar asentados tus deseos con valor de escritura pública. Y, sobre todo, que el artículo 19 de la constitución de Santa Fe de 1962 dice que "Nadie puede ser obligado a un tratamiento sanitario determinado, salvo por disposición de la ley, que en ningún caso puede exceder los límites impuestos por el respeto a la persona humana".

Pero el debate sirve. Porque avanza. Algo pasa.

Cinco: Calificado de izquierda a derecha como un piquete político nada sustentado en necesidades sociales, el corte de la avenida de la Circunvalación de estos últimos días mostró que la destrucción del sentido institucional de la república no es sólo verificable con los decretos de necesidad y urgencia, los superpoderes y el nombramiento de amigos y familiares en el poder, o en sus candidaturas, con el dedo mágico de la sangre o el capricho. La República está herida por el miedo.

Un alumno de primer año de la Facultad de Derecho, un hombre o una mujer al que se le expliquen dos rudimentos de leyes, se dan cuenta que lo que pasa en el puerto, en la aduana y en la avenida de la circunvalación de Rosario es competencia de los tribunales federales. Vía interprovincial e ínter ciudadana. Punto. No hay dudas. El corte estaba presente y enfurecía al resto de los ciudadanos que osaban tener auto, trabajo o simplemente ganas de transitar. Un juez provincial dice, con razón, que sus colegas de calle Entre Ríos deben decidir. Un juez de ese palacio y una fiscal que se supone representa a los ciudadanos de a pié creen que no deben hacer nada. Muchos menos, explicarlo a la ciudadanía por medio de la prensa. La monarquía aún goza de defensores.

Por fin, la Doctora Georgina Depetris y el Fiscal Ismael Manfrin (Y todo un poder judicial de la provincia preocupado hasta su cúspide) ejercieron su oficio, decidieron que protestar es un innegable derecho de una persona siempre y cuando no horade el derecho del resto a vivir organizadamente. Sin gritos ni palos, el corte quedó sin efecto en minutos. El miedo, el de gente que viste toga federal de servidor público, también.

Fue un cambio. Algo pasa.

Seis: Si es cierto que Dalmasso, la policía, Río Negro y la Circunvalación han generado un cambio nuestro a la hora de nuestros derechos, no tengo problemas en que me digas que soy un optimista bobo o un infundado con exageración. No me importa. Porque eso, también va a cambiar.

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