CORREO
Llama la atención que tenga solo 28 años, Sarah Polley, directora del film Lejos de ella, al retomar "The Bear Came Over the Mountain" (de Alice Munro). Las percepciones tienen embriologías diferentes y disparan sensaciones muy distintas según edades y circunstancias que cada individuo transita. Las parejas "grandes" comparten memorias "voluntarias" talladas en el cerebro y otras indelebles profundas, "involuntarias", imborrables que hacen impronta en nuestros brazos y piernas, como describe Marcel Proust en "El tiempo recobrado". ¿Cómo no amar profundamente a quien se abraza 44 años? ¿Cómo no borrar y perdonar esos encuentros con distintos pies, más descalzos o bellos, que se acercan, a uno u a otro, pero no alcanzan a separar, a montar para cabalgar y compartir los caminos de la realidad, como el baile de una de las tantas imágenes convertidas en símbolos, logradas por Luc Montpellier (director de las fotografías). El film conmueve desde el comienzo, mostrando las huellas, paralelas y bifurcadas que trazan en la imperecedera nieve, Fiona (Julie Christie) y Grant (Gordon Pinsent). El mal de Alzheimer es solo un pretexto, para plantear la profundidad del amor, enfrentado a las paradojas de los contextos cotidianos, o de los que creemos "terapéuticos", que necesitan de la parentectomía, para lo que denominan "adaptación". Así aparece Aubrey (Michael Murphy), como partenaire de la nueva coreografía para Fiona, quien a su vez logra devolverlo a la condición humana de erecto, de retomar sus pasos, de llorar, jugar y pedir una mano, a pesar de los estragos del coma que ha transitado. No es lo mismo mirar o ver el film siendo joven o "viejo", en la diástole o en la sístole de la vida, como lo ilustra el diálogo entre Grant y la adolescente obligada a visitar a su abuela, que lo confunde con un internado más... El personaje de Kristy (Kristen Thomson) la enfermera de Meadowlake, no toma distancia con el mundo de sus pacientes, quizás porque ella también es víctima del abandono y crítica del sistema canadiense. Es quien pronostica, enuncia verdades, plantea lo inevitable o ineludible del tiempo del apagamiento y el ocaso que provoca el embadurnamiento de las sinapsis. El film también muestra la dificultad de Grant, para escapar del recuerdo que retroalimenta las demandas de su conciencia y le desmiente el olvido de un pasado, que es imposible rebobinar. Solo al "ver la vida desde el ángulo de la eternidad", como pedía Spinoza, le permite escapar de la tristeza, al menos en la instantaneidad del encuentro con Marian (Olympia Dukakis). El film logra ensamblar acordes y desacordes, no solo entre protagonistas, también entre ellos y los espectadores, que como Fiona, nos estamos yendo, desapareciendo, pero todavía estamos aquí, compartiendo argumentos.
Mirta Guelman de Javkin
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