CORREO
Los trabajadores seguimos ausentes en el reparto de la riqueza. No podemos estar al margen del debate público instalado con la confrontación de las organizaciones agropecuarias con la política de retenciones del gobierno nacional. No podemos ni queremos quedar entrampado en el reduccionismo al que lamentablemente una vez más se lleva al conjunto del pueblo en la confrontación, sin poner en evidencia cuál es el modelo en juego que abrió profundas contradicciones a partir de un cambio de etapa en una economía de pretendida "inclusión social" (a diferencia de los 90) privilegiando un sector del capital y todo el desarrollo tecnológico vinculado a los agronegocios, pero con profunda desigualdad distributiva. Decimos esto porque los trabajadores de la ciudad y el campo, tenemos iguales problemas: nuestro salario, las condiciones de trabajo, las condiciones de vida, la falta de trabajo para todos. Y en esta disputa, todos dicen preocuparse, pero nada se hace ni desde el gobierno y mucho menos desde las patronales por mejorar las condiciones de los trabajadores. La política de retenciones a la producción agropecuaria es socialmente justificable si se la integra a una política impositiva progresiva, que alivie a los que menos tienen y grave a los más ricos. Pero la estructura impositiva es regresiva y se centra en gravar el consumo y la producción, pero no la ganancia. Es así como sufrimos los trabajadores el 21% del iva en nuestra compra de los alimentos, sin ninguna diferencia con los que pueden comprar cuanto se le ocurre y que nada tiene que ver con las necesidades básicas. De la misma manera se hacen las retenciones a la agricultura familiar pequeña y mediana, que genera trabajo y puede alimentar al mundo. Los alimentos no pueden ser objetos de ganancias. Como tampoco se puede indiscriminadamente gravar impuestos. Lo que estamos presenciando es una disputa de poder por la distribución de la riqueza generada por un sector, y lo que queda fuera de discusión es el modelo agrario, la tenencia y concentración de la tierra, la producción de alimentos, el deterioro de los suelos productivos y el medio ambiente, el monocultivo de soja, la perdida de biodiversidad, la desaparición de productos rurales, el despoblamiento del campo, la apropiación de la riqueza por parte de las multinacionales a través del paquete tecnológico y las exportaciones, la producción de agro combustibles a partir de un modelo agrícola energéticamente insustentable, el perfil eficientista de las facultades de agronomía, las economías regionales, el desplazamiento de la ganadería, la agroindustria. Es curioso ver cómo hace apenas un mes se hablaba del éxito de los negocios de la Expoagro sin cuestionamientos a la distribución de la riqueza ni al modelo.
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