Miércoles, 25 de junio de 2008 | Hoy
¿Cual es límite de la manifestación y derecho a protestar en la sociedad argentina?
Para responder a esta pregunta quiero remitirme a un hecho ocurrido el día 14, cuando viajábamos en ómnibus desde Reconquista hacia Rosario.
Eran aproximadamente las 4.30 cuando nos encontramos con un piquete en Malabrigo y con una larga caravana de camiones y colectivos. Esta situación se agravaba cada vez más, por el frío intenso de la madrugada, con los colectivos estaban detenidos sin calefacción.
Frente a esta situación, decidimos acercarnos al piquete y pedirles que nos dejaran pasar. Luego de caminar cientos de metros estuvimos frente a quienes se denominaban "transportistas autoconvocados" con un arado sobre la ruta. Varios de ellos estaban en un clima festivo y alcoholizados. El diálogo no fue sencillo.
En este contexto sufrí respuestas teñidas de un lenguaje soez y barato, con actitudes patoteriles y autoritarias: "Ustedes se van a ir cuando a nosotros se nos de la gana..."; "vayan a quejarse a Cristina..."
Mientras tanto observábamos que algunos de los "dueños de las rutas" trataban de amedrentarnos buscando palos y mostrando sospechosos bultos debajo de sus abrigos y camperas.
Lo concreto fue que la sumatoria de pasajeros y camioneros era numerosa, y que tal situación no les era favorable por el unánime reclamo de nuestro derecho constitucional contemplado en el artículo 14. Por lo tanto decidieron quitar el arado para que pudiéramos transitar libremente todos los que estábamos allí.
Ya no nos encontramos en 2001, con su pueblada y la multitud de desocupados cortando rutas. Estamos en el 2008, los cortes de ruta ahora son protagonizados por un sector de la sociedad, los patrones del campo, liderados por la Sociedad Rural, (la misma que nos regalo a Martínez Hoz) y otras entidades, donde se mezclan intereses de pequeños productores con los pooles sojeros de la pampa húmeda.
Este momento es de suma importancia para reflexionar que la calidad institucional no se protege cortando rutas y desabasteciendo un país. Miremos al pasado: aquello que antes se buscó y logró con las Fuerzas Armadas y con la hiperinflación, ahora se pretende lograr con un lockout salvaje e interminable. Golpear al Gobierno para debilitar el Estado y reducirlo a su mínima expresión.
El gobierno puede haber cometido errores y horrores, pero no puede subordinarse a los intereses de un sector, que a través de la violencia irracional pretende imponerse por la fuerza contra la voluntad de las mayorías.
Pablo Rolón
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