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Rebrotes

El rebrote de fanatismos diversos que asuela el mundo contemporáneo debería ser una clara de señal de alerta acerca de los años porvenir que estarán cargados de crímenes absurdos.

En efecto, después del estallido de las Torres Gemelas en New York, comenzó la expansión por todo el orbe de concepciones cerriles y belicistas que si bien lucen en su exterior ropajes distintos, comparten un lógica de destrucción de aquellos que disienten con sus postulados.

Veamos, desde que el Estado norteamericano lanzó el grito de guerra al llamado "eje del mal", ambigua denominación para grupos de población heterogéneos, pero claramente en pie de lucha contra el imperialismo. Entonces desde la resistencia civil de Irak a la invasión yanky, hasta los pueblos indígenas de Latinoamérica y por supuesto los habitantes de Afganistán y Pakistán serían potenciales atacantes de la primera potencia económica y militar. Un absurdo, pero de trágicas consecuencias, pues sirve de argumento para enviar a las campañas de exterminio a miles de soldados.

Por otra parte, los fundamentalistas islámicos, como es sabido financiados por multimillonarios jeques petroleros, medran con la ignorancia y el fanatismo que aliena conciencias y resulta claramente funcional a los intereses de los banqueros y mercaderes encabezados por EEUU y sus esbirros.

Por su parte, el sionismo, a través de su criminal accionar en la Franja de Gaza contra población civil palestina, ha potenciado un rebrote antisemita que aparece en diversas latitudes como España y Venezuela.

Todo lo enumerado constituye un preocupante panorama, en el que las vidas humanas parecen ser monedas de cambio, o bien piezas de un siniestro ajedrez.

Bien sabemos de la necesidad de tomar conciencia de ello para accionar consecuente, siguiendo a Albert Camus cuando planteaba transitar la senda de una rebeldía esperanzada que no legitimara exterminios planificados y el imperativo de revincular la moral solidaria con la lucha política por la justicia y la libertad.

Carlos A. Solero

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