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Cuando a fines del siglo XIX, el geopolítico Ratzel, enunciaba su teoría del "espacio vital" la Alemania recién unificada estaba sentando las bases ideológicas de las invasiones territoriales de expansión capitalista imperialista que ensagrentaron gran parte de la periferia del sistema.
De hecho esta concepción ha sido puesta en práctica por todas las potencias coloniales europeas, asiáticas y americanas para exterminar lisa y llanamente a la población originaria, sólo para apropiarse de los recursos del suelo y subsuelo.
El proceso iniciado en el siglo XV por Portugal y España, nunca se detuvo y por el contrario, ha ido adquiriendo aspectos cada vez más siniestros.
En el lenguaje vernáculo de la clase dominante matar pueblos originarios, someterlos a la explotación y el exterminio, quitarles sus tierras, es "expandir frontera", "agregar leguas a la civilización", y entonces los remington hablaron en la Patagonia antes que los salesianos, la llegada de Fotheringham y Luzuriaga a la zonas del Chaco y Formosa, liquidó "la tierra sin mal" de los Tupíguaraní, al presente los Wichi, Matacos y demás etnias padecen el exterminio por acción u omisión estatal.
La nefasta teoría ratzeliana del "espacio vital" es la expresión más obscena de la ideología en que se sustentaron siempre las guerras, la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, Corea, Vietnam, las diversas invasiones norteamericanas en toda Latinoamérica.
El actual acoso y aniquilación artillada de los estados en el Amazonia es la versión más cercana de lo que ocurre hace décadas en Asia y Africa.
La lógica del capital es la expansión militarista, el nacionalismo su expresión superestructural y las guerras la vía regia de concreción de esta ideología.
Carlos A. Solero
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