CORREO
Desde 1946 a 1955 el pueblo argentino gozó una etapa de tiempos felices. Pero los perdedores de turno, a sabiendas que no iban a ganar las elecciones por medios lícitos, comenzaron a elaborar una trama siniestra golpista a los fines de complotar contra un gobierno que se ocupaba de los trabajadores, los desamparados y los pobres.
Con la fuerza silente de los traidores, la horda opositora avanzó hasta que rompió el cascarón del huevo de la serpiente que se venía incubando en su regazo y el 16 de junio de 1955 se desató la antesala del infierno cuando los depravados de la aviación aeronaval argentina bombardearon artera, impune y criminalmente al pueblo en la plaza de Mayo, constituyéndose aquel crimen en la primera ejecución masiva de inocentes llevada a cabo en Argentina por sus propias Fuerzas Armadas.
Con el ídolo caído el 16 de septiembre de 1955, el infierno prosiguió con los criminales uniformados y civiles que habían tomado por sí y para sí a la Nación, saqueándola, robándola, e iniciando una de las mayores cacerías humanas de la historia argentina, persiguiendo, encarcelando, torturando y asesinando a muchos inocentes por el sólo hecho de ser peronistas.
Dijo Robert Paine: lo que hacemos por nosotros muere con nosotros mismos, lo que hacemos por lo demás es inmortal. Evita y Perón inmortales en el alma de su pueblo.
Ricardo Carreño
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