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Miércoles, 23 de febrero de 2011

CORREO

Yo estuve en Egipto

Esto de haber estado en Egipto durante los días revolucionarios que acabaron con el régimen Mubarak ya se parece a la toma del 11 en Rosario o a la del cuartel de Moncada en Cuba, en las cuales tanta gente reclama haber estado. Por eso yo, que estuve en serio, junto con un grupo de argentinos, chilenas y una brasileña -para corroborar- , voy a dar mi versión. Llegamos a El Cairo el 20 de enero. Ya en destino, nos alojamos en el Ramsés Hilton, hotel que nuestros guías locales nos sindicaron como "de ubicación estratégica". Nunca mejor definido, ya que fue cinco días después cuartel del periodismo internacional fustigado con amenazas y armas por el régimen.

Pasamos cuatro días en El Cairo, donde no voy a contar lo consabido: visitas a pirámides, barrio copto, mezquita, tumbas, etc., porque lo hace todo el mundo. Me limitaré a contar una anécdota: como buenas mujeres que somos, al segundo día percibimos que las túnicas, pashminas y tocados que usan las lugareñas no eran iguales, es más, había vidrieras y vidrieras de distintos modelos, texturas, colores, increíble. ¡Y la mayoría muy lindas! Así que comenzó una carrera irrefrenable de nuestra parte por la adquisición al menor costo posible de las mejores pashminas. La primera vez que logramos nuestro propósito fue después de atravesar corriendo las calles de la ciudad mirando sólo para adelante. Hay que saber que los semáforos no existen y que todo el mundo se maneja así, porque si mirás para los lados te frenás por los miles de autos, bicis, carros y hasta camellos citadinos que andan por las calles.

Luego de El Cairo, seguimos nuestro periplo por Egipto durante dos semanas más, visitando los templos, tumbas, monumentos, y hasta playas. Nos enterábamos por la televisión de lo que estaba pasando en El Cairo, en todos los lugares donde habíamos estado días antes. Pero aunque nuestros guías, creo que por tranquilizarnos, minimizaban todo lo que sucedía, sabíamos, justamente por el ejercicio de ser argentinos o latinoamericanos, que el conflicto no era cuestión de días: sería hasta la caída del dictador. Y no le erramos.

Antes de viajar a Egipto, yo pensaba en responderme a la pregunta de cómo es posible que un pueblo que tuviera tanto esplendor en la actualidad viviera hambreado, sometido, destinado a destinos menores. Ahora la historia me respondió: el antiguo esplendor corre en las venas, está en querer ser libres, en no querer permitir más opresión, en el ansia de ser grandes de adentro y de afuera. Una lección que espero no se les malogre y la aprendamos a fuego todos. Al fin y al cabo para nosotros recuperar la democracia no fue nada fácil. Ahora nos toca conservarla y mejorarla.

Delia Donzelli

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