Mié 09.03.2011
rosario

CORREO

El "dios automotor"

Cuando se habla de contaminación o política ambiental, casi nadie tiene en cuenta los millones de partículas de caucho que las cientos de miles de cubiertas producen y esparcen al aire que respiramos junto al humo de sus escapes, en su cotidiano rodar por calles, caminos o autopistas.

En este sistema en el que veneramos al "dios automotor", invertimos millones de dólares en generar "armas" de destrucción masiva como son los parques automotores, capaces de producir entre 8.000 a 8.500 víctimas fatales por año y generar entre 12.000 a 15.000 lesionados en ese mismo lapso por la siniestralidad de calles, rutas y autopistas.

Las bandas de rodamientos de las cubiertas, que según tipo y modelo deben tener determinada profundidad de dibujos, tienen una vida útil limitada al cabo de la que se convierten en barricadas de piquetes, reservorios de agua de lluvia e insectos y larvas o simplemente montañas de pestilentes y contaminantes montículos diseminados en toda nuestra geografía urbana y rural.

Sobre este tema, la manipulación informativa hace que se minimicen los daños inferidos al conjunto de la sociedad y los pocos que defendemos sistemas de transporte terrestre de ínfimo impacto en el medio ambiente, como el ferrocarril, seamos recibidos apenas por alguna aislada FM, en un programa de los pocos que se ocupan de estos temas y que incluso nuestra propia sociedad rechaza como "aburridos".

Se han copado y deformado tantos cerebros de dirigentes, profesionales y hasta de funcionarios, que hoy plantearles soluciones de transportes prescindiendo de los automotores suena a "ladridos a la luna" y una prueba de ello está en los folletos, estudios y programas de acciones gubernamentales del gobierno de la ciudad y la provincia en Santa Fe.

Ha sido tan avasallante la política de destrucción de nuestros ferrocarriles, que casi toda nuestra dirigencia política partidaria ha optado por ignorar el tema y responder con el silencio a todo planteo de búsqueda de soluciones al problema del transporte, sumergido ya en una profunda crisis que incluye la representación sindical.

Angel M. Contestí

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