CORREO
Dinosaurios
En 1973, casi en simultaneo con la primavera camporista, estudié Matemáticas en el Profesorado de la Universidad del Litoral, en una vieja casona del centro santafesino. Nunca terminé porque mi papá murió en el 74, tuve que trabajar más horas y la militancia nos fue arrastrando en vorágine hasta que un grupo de tareas me encontró en octubre del 76. Dos juicios orales, en 2009 y 2010, dieron cuenta de aquellos hechos y de mi participación en la lucha por la verdad, la memoria y la justicia en Santa Fe.
La primera vez que denuncié a Brusa y al Curro Ramos fue en el 92, en la Plaza del Soldado ante una veintena de participantes de un acto de Madres. Por entonces, solo Rosario/12 y algunas radios sostenían la denuncia. El Litoral jamás y tampoco la Universidad movió un dedo para apoyar la denuncia a quien entonces eran jueces, jefes comunales y funcionarios del menemismo.
Con la apertura del juicio la cosa cambió y hemos hablado todos estos años en escuelas, sindicatos y facultades sin que nadie se atreviera a prohibirnos o callarnos. El abrazo de los nietos de Alicia López fue la medalla más gloriosa de un reconocimiento social que incluyó actos institucionales del gobierno y otras instituciones.
Por eso, repugna tanto la decisión de las autoridades de la Facultad de Humanidades, Claudio Izarraga y Adriana Arias, continuadora de mi Escuela de Profesorado, de prohibirme hablar sobre la responsabilidad de Martínez de Hoz y el directorio de Acindar en el Terrorismo de Estado suena tan demodé, con olor a rancio y gusto a cinismo, a complicidad con Brusa y los represores, como la continuidad de aquella decisión de De la Rúa en setiembre de 2001 de negar la extradición ordenada desde España.
Hemos defendido el derecho de todos a hablar en los juicios, hemos defendido la identidad de todos y de todas en todos lados; por ello defenderemos nuestro derecho a difundir nuestra lucha contra la impunidad ante el Inadi y denunciaremos esta agresión ante la Federación Internacional de Derechos Humanos y otros ámbitos que resguardan el derecho de los organismos a actuar libremente. Aunque a los dinosaurios no les guste.
José Ernesto Schulman
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