Lunes, 6 de junio de 2011 | Hoy
Alegato contra la infamia
En la década del '80, del siglo pasado, poco tiempo después de la Guerra de Malvinas leímos un libro que nos marcó de modo indeleble y abrió nuestra conciencia de militantes sociales. El periodista francés Jean Pierre Bousquet dio a conocer en la Argentina su libro Las locas de Plaza de Mayo.
Bousquet relata la prehistoria e historia de la formación de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, los primeros encuentros en ministerios, iglesias y comisarías, las primeras reuniones. Estas mujeres, madres de los militantes sociales detenidos desaparecidos por la dictadura, fueron de las pocas personas en toda la sociedad argentina que no callaron, ni frente a los militares, ni frente a los jerarcas eclesiales. Cuando los políticos de los partidos mayoritarios proveían de colaboradores a la dictadura en municipios y comunas, las Madres de Plaza de Mayo eran parte de la resistencia antidictadura militar junto a luchadores sindicales, estudiantiles, barriales, etc.
Escarnecidas por la burocracia de la CGT que las mandó a apalear en diciembre de 1982, vapuleadas por jerarcas eclesiales, salvo Novak, Hesayne y de Nevares, calumniadas por periodistas como J.M. Muñoz y muchos más, persistieron en su lucha por verdad y justicia.
En el presente, oscuras y tenebrosas maniobras de holdings mediáticos pretenden manchar a estas valerosas mujeres. Las Madres de Plaza de Mayo son la mala conciencia de los cómplices del genocidio perpetrado por la dictadura militar y de los políticos amnistiadores como Alfonsín e indultadores como Menem.
Es nuestro deber moral no sólo conservar la memoria histórica, sino tener en claro la diferencia abismal entre los dignos resistentes populares y los infames de ayer, hoy y siempre.
Carlos A. Solero
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