CORREO
Experiencia personal
Recientemente fui a un reconocido comercio de artículos para el hogar ubicado en el shopping Portal Rosario con el fin de comprar un teléfono fijo. En el interior del mismo, me dirigí adonde están exhibidos esos productos. Me atendió el vendedor de ese sector, le pregunté el precio del que me pareció más confiable por su marca prestigiosa en el mercado, y me respondió sin mirar la lista de precios: este cuesta 130 pesos. Le dije: "Lo llevo". Cuando miró la computadora, expresó: "Me equivoqué, el teléfono cuesta 147 pesos". Contesté, bueno, lo llevo.
Cabe señalar que en estos negocios, los vendedores confeccionan la factura a través de las computadoras distribuidas en el salón y luego los clientes se dirigen al área de "cajas", donde hay mujeres muy simpáticas que imprimen lo que realizaron previamente los vendedores. Efectivamente, cuando me tocó a mí decirle qué producto había elegido, enseguida la dama buscó la denominación en la PC e imprimió la factura correspondiente, pero acompañada de un formulario. Cuando me entregó ambos comprobantes me dijo que abrochó la garantía al comprobante de pago. Sin demorar ni un segundo le pregunté si eso que me entregaba de más se trataba de una extensión de la garantía del producto, es decir una garantía adicional a la que otorga el fabricante. Me respondió que sí. Enseguida le contesté: "Disculpame, yo no la pedí". Me miró y expresó: "Hablalo con el vendedor".
Recorrí el salón en busca del vendedor. Le expliqué todo lo ocurrido, le dije por qué no me avisó que me estaba vendiendo también una garantía extendida. Sin hablar, se dirigió a un superior, imaginé que podría ser el gerente o subgerente de ventas, y éste le autorizó la anulación y la confección de otra factura. Por segunda vez, me acerqué a la caja y la dama me devolvió el excedente del dinero que me cobraron. El importe total del teléfono fue de 75 pesos, según la nueva factura. De los 147 pesos iniciales, terminé abonando 75 pesos. No hablé con el gerente porque mi hija, que estaba junto a mí en ese momento, me suplicó que nos fuéramos, que nos olvidáramos del tema.
Ahora bien, ¿hasta cuándo los consumidores no seremos respetados y valorados como merecemos? ¿Por qué en nuestro país siempre se intenta engañar, estafar, ocultar la verdad, sacar ventajas?. Es imposible que la Argentina esté bien mirada desde el exterior si pululan los habitantes deshonestos. Así es difícil mejorar la imagen de la Nación. Urge un cambio de mentalidad, se necesita gente con otras intenciones, ciudadanos que dejen de lado actitudes indecorosas. Mientras esta triste realidad no se revierta, el mundo seguirá mirando a los argentinos desconfiadamente.
Marcelo Malvestitti
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