CORREO
Vuelo del gigante
Conocí a Facundo Cabral una luminosa mañana en la avenida Belgrano de Rosario. Parecía un gigante con overol de denim y gorra Griega, coincidimos en un estudio de televisión, conversamos, me habló de Perón, Ghandi y Kennedy, dijo: "Pensaron en la humanidad más allá de sus países".
Le debo tanto, aprehendí, tanto, ecos de la tierra roja de García Lorca, detalles de la casa de Modigliani, la poesía de José María Vilches. La certeza de caminar con quien sus palabras. En las brumosas noche de bohemia de Buenos Aires de los 80, redescubría a Julián Centella, Jacobo Fijman y Macedonio Fernández. También las media lunas calientes al madrugada, se pegan en la pared del estomago y llegas, sentenciaba.
Harpers, el café de Bachin y La Viela eran sitios inevitables. Su mirada horizontal del mundo y de las cosas, nos hace intuir que Dios cuenta con un adelantado menos en su paraíso a la deriva.
Llegó a Rosario tantas veces: Facultad de Ingeniería, Café de la Flor, La Casa del Bajo, El Circulo, Lavarden, Broadway, todos.
En tiempos de dictadura, pasó la noche en el cuartel de bomberos de nuestra ciudad.
Su prosa de cargada poesía y citas de erudición lo llevan al "ayer soñé que podía y puedo", trascendente meditación de la resistencia en transito.
Espejo retrovisor de la contracultura de los años 60, sus canciones se eslabonan en el mundo con una flor en la mano.
Dibujaba y pintaba con fino humor del Di Tella, otras formas de la luz de su arte. Hace tres meses volvió a nuestra ciudad con sus canciones, dibujo y colores. Me dijo: mientras viajamos estamos más libre que en casa. Gracias Facundo por todo.
Ahora al gigante de vuelo de bajo, lo extrañan las alturas.
Marcelo Yaszczuk
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