Velos a la hoguera

Un acontecimiento significativo y de alto contenido simbólico ha ocurrido a miles de kilómetros de esta latitud. Quizá haya que hacer un esfuerzo para valorarlo en toda su dimensión, pero se trata de un acto de insumisión femenina superlativo.

En Yemen, al sur de la Península Arábiga cientos de mujeres decidieron arrojar al fuego los velos impuestos por atávicos mandatos masculinos de un fundamentalismo religioso. Los velos y las burkas son una manera poco sutil de violencia masculina, de apropiación de los cuerpos para su control y manipulación.

Pero cabe señalar que recae sólo sobre las mujeres el ejercicio e imposición de estas prácticas. Añadido a esto persisten los suplicios impuestos en algunos países africanos la infibulación del clítoris a niñas que desde la niñez deben padecer ese escarnio que las privará de por vida del goce sexual.

Las mujeres han sido a lo largo de la historia privadas del acceso a los conocimientos, censuradas en el desarrollo de la actividad científica y hasta arrojadas a las hogueras, acusadas de brujería.

Aún en el presente son el objeto principal de la mercantilización capitalista. El perverso fenómeno de la trata de personas en diversas dimensiones así lo demuestra.

Al decir del filósofo italiano Giorgio Agamben, vivimos en sociedades donde se ha extirpado en buena medida la posibilidad de genuinas experiencias que permitan la emancipación y los slogans, han reemplazado a las máximas y los proverbios que sintetizaban la sabiduría y la memoria de los pueblos.

Por esto y mucho más que el gesto de las mujeres yemeníes corresponde no ser ignorado y sí ser reconocido como un hito que se yergue en medio de un sombrío panorama internacional de miserias morales y materiales.

Carlos A. Solero

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