CORREO
Diciembre
Hace diez años, un país entero estalló. Esta eclosión marcó el comienzo del final de la burbuja, en la que ahora Europa se bambolea. Los días de diciembre de 2001 significaron para nuestro país el comienzo del fin del reino del mercado, y que por suerte, ya no todo lo regula.
Ni el calor de aquellos días pudo detener a la gran masa de cuerpos agobiados que circulaba por las calles, que sobre una base de percusión improvisada de cucharones y cacerolas, a un tempo marcado por el hastío y la indignación, y al grito de "que se vayan todos", fue componiendo una canción particular. El "que se vayan todos" significó el final de la fiesta neoliberal. Fue como esa canción que suena de fondo, mientras las luces del salón se prenden y el mozo empieza a barrer el piso distraídamente, silbando bajo. El "que se vayan todos" fue el hit de verano, que marcó el final del juego para los chicos de Wallstreet y sus amigos ejecutivos del FMI. Fue el cierre de una época signada por modelos refritos de gringos y calabazas; de vuelos directos a Miami en clase turista; de tarjetas de crédito en cómodas cuotas y sin interés; de un dólar dibujado como en el mismísimo Juego de la Vida; de una década de privatizaciones empresarias devenidas en privaciones ciudadanas; de risas entre burbujas y aceitunas; de manos que se estrechaban entre gordos y hombres de traje, mientras afloraban cuentas en recónditas islas y en el país de los chocolates; de una lógica de deuda eterna y sus consecuentes medidas de ajuste. Y sí, el país era una fiesta, una fiesta en la que estallaban depósitos y volaban embajadas, mientras los containers de armas cruzaban los océanos. Y la cena estaba servida, pero muy pocos comían.
Y aquí estamos, diez años después, volviendo a tomar las calles, haciéndolas propias, erigiendo en ellas monumentos de papel. No es nuestra intención conmemorar épocas pasadas, tampoco simplemente honrar lo que sucedió. Es ir un poco más allá, dar cuenta de aquel final que aún hoy está sucediendo, aunque ya no sea del todo evidente, aunque las corporaciones intenten negarlo. Construimos frágiles monumentos para actualizar el pensamiento en pos de un porvenir, para profundizar la conciencia democrática, y marcar así, el comienzo del fin de la dictadura del mercado.
Colectivo Riesgo País
Charly Aguirre, Pedro Soria, Germán Rampo, Paulina Schetlin, Gastón Miranda, Mercedes Aguirre, Mariano Bocanegra y Fransisco Tanzi.
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