Martes, 9 de mayo de 2006 | Hoy
Les escribo porque ya estoy cansada de esperar (ya lleva un año..) para poder obtener algo tan simple como es el "documento nacional de identidad", pero puedo comprobar que es una odisea en este país conseguir mi identidad; una prueba real es una directiva que gentilmente me hicieron llegar a mi casa, en la cual un alto funcionario de la provincia de Santa Fe describe la real situación de la tramitación de los documentos en Argentina y en esta provincia de Santa Fe, puesto que la funcionaria habla en su nota de demoras que van de fines del 2004 y principio del 2005, en fin una vergüenza. Por medio de la prensa quiero que esto se sepa y mediante un milagro se solucione. Atentamente y sepan interpretar mi enojo, puesto que por la falta del mismo me veo privada de un crédito, pero no me voy a resignar.
Graciela A. de C.
Rafaela
Apenas un partido de fútbol, la pasión de multitudes, el desahogo del hombre y la mujer común y no tan común, un grito que nace desde el fondo del sentimiento, a veces no es suficiente, pero en otras con ello no basta como expresión de fiesta, de regocijo, de alegría, para muchos, o para pocos, no sé. Pero para algunos no es suficiente, ese grito necesitan transformarlo en acción, en violenta expresión de potencia arrolladora, en dar rienda suelta a alguna frustración o impotencia contenida. En este suelo, con tanta corrupción señoreando los instrumentos del poder, con tanta mentira al servicio de un par de votos, con tanta miseria desparramada por nuestro suelo rico en posibilidades del cual se llevan sus frutos por puertos que chupan esperanzas y las expulsan hacia ignotos mercados; desangrado por mercaderes de la vida, de la salud, de la vivienda, del trabajo. La pucha si sobran motivos para que mi gente liberada de los alambrados de un estadio, transforme en la calle esa emoción contenida en una violencia hacia las expresiones del poder, policía, justicia o hasta meros objetos de divertimento. La violencia social está instalada, descontrolada, como toda violencia, y mientras la hipocresía y los dobles discursos de los gobernantes y sus entornos no terminen, no se allanen mansamente a los intereses de la población, sin trampas, sin artilugios, sin la apetencia de ganar, siempre ganar a cualquier costo y en cualquier nivel, esa violencia subsistirá o irá creciendo con destino imprevisible. No alcanzarán ni ciento cuarenta motoniveladoras de la moralina para contener tanta impotencia desbocada.
Amílcar Monti
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