Lun 22.04.2013
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Justicia

Cinco meses han pasado, desde la muerte de nuestro querido compañero Marcelo Abram en aguas del río Paraná, cuando entrenaba para la Maratón de aguas abiertas del Banquito. A orillas de la Rambla Cataluña, fue embestido por una lancha cuyos tripulantes no tenían ni licencia, ni papeles, ni vergüenza para mentir sobre lo sucedido. Tienen nombre y apellido, están libres, siguen con su vida habitual, no hay sentencia sobre estos hechos todavía. Cinco meses se dicen rápido, suena a poco. A qué sabe, ¿a medio año? ¿un verano, un otoño? ¿una ausencia? ¿un viaje largo? Un peregrinaje quizá por lugares tan ciertos y precisos como plazos. Plazos para una sentencia, para un duelo, para un olvido. Pero cuando no se trata de un romance, cuando esto es un tiempo entre el hoy y una muerte cercana, adquiere un valor diferente. Uno espera respuestas, justicia, reconocimiento, responsables.

Si además esa pérdida es una crónica de una muerte anunciada. Algo que pudo ser evitado de haber existido un dispensario médico en la costa. Si hubieran habido mas ambulancias, o al menos una para asistirlo en su agonía. Uno espera entonces un resarcimiento. Un pequeño homenaje a una víctima de la enorme cadena de negligencias, al menos eso, de un municipio que lucra del río, de una Prefectura que debiera cuidar de él. Uno y muchos, que luego vieron flotar unos tachos durante el verano en forma de límite para poder entrenar sin peligro, en un río que no sólo es de los poderosos, de los concesionarios y testaferros de espacios públicos, de los dueños de yates, barcos y lanchas, que ostentan velocidades extremas sobre los mas débiles en el agua, llámense bañistas o nadadores.

Uno y muchos esperábamos que este verano antes de retirar esos tachos que pudieron servir para salvar la vida de Marcelo Abram hace cinco meses, que una intendenta, uno o muchos ediles dieran curso a un pedido que presentamos familiares amigos, compañeros de prensa y de natación para que el corredor exclusivo para nadadores de aguas abiertas llevara su nombre. Pero no sucedió. El verano pasó. El invierno traerá un manto de olvido quizá, un mirar hacia otro lado, eso que suelen hacer los funcionarios de gobierno de esta insensible Municipalidad que ahora dirá que el agua no es un terreno para poner nombres o enseñas.

Dejarán correr las aguas, las mismas que lo vieron irse a nuestro compañero detrás de un sueño. Mientras tanto nosotros, sus familiares y amigos, esperamos justicia y no habrá invierno que enfríe nuestro señalamiento a los culpables directos e indirectos de la muerte del periodista y nadador Marcelo Turco Abram, presente, ahora y siempre.

Victoria Columba

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