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Sábado, 23 de noviembre de 2013

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Vigilar y castigar

El poder se agiganta cuando se desmaterializa. Michel Foucault señala en Vigilar y Castigar que la vigilancia es una forma de gobierno, un intento disciplinador de las sociedades. La vigilancia mediante cámaras se ha convertido en el símbolo más contundente del poder concentrado y abusivo que vulnera los derechos civiles y de los ciudadanos, apelando a excusas diversas como la inseguridad. Las estadísticas indican que la utilización de cámaras de vigilancia poco contribuye a disminuir la cantidad de delitos. El significado es otro. Es la presencia misma del poder vigilante que amenaza a los ciudadanos y no a los delincuentes. Las nuevas tecnologías han generalizado y aumentado la sofisticación de la vigilancia, pero el control visual en sí es tan viejo como el mundo. La lista de vigilantes crece, y la vigilancia tiene hoy su origen en el poder creciente de las corporaciones. Las videocámaras nos buscan el objetivo que declaran. No intentan incidir sobre el delito. La vigilancia es un discurso de dos caras que fabrica miedo. Es una fachada que tapa las carencias de un sistema que recurre a un poder fáctico. El poder sobre las imágenes, su apropiación y utilización, es apenas un capítulo de una batalla cultural más amplia. El problema del control social está presente en las artes, y en las discusiones políticas, filosóficas y sociológicas desde hace siglos. Demuestra que la función del Estado es cada vez más débil.

Maximiliano Reimondi

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