El desierto aquí y ahora

Circulamos por sectores de la ciudad que aun permanece embanderada por los fastos de junio. Las protestas de trabajadores en conflicto y los vecinos reclamando vivienda persisten.

Abundan también los bares que invitan a ver en grandes pantallas la performance de la semifinal mundialista del seleccionado nacional. Las mesas en las que algunas bandejas abandonadas exhiben, cuartos de milanesas o media hamburguesa con fritas que alguien ahíto abandonó con desidia, y a pocos metros, niños hurgando contenedores en busca de algo para llevar a sus bocas.

Contrastes, obscenos contrastes autos de alta gama circulando por una ciudad en la que no merma la cifra diaria de homicidios, y en la que feminicidios no cesan.

Desigualdad, impudorosa que no pueden ocultar los gritos futboleros y la algarabía inducida, aunque por un rato, sólo por un rato sean válvulas de escape a mucha frustración.

No son imágenes de una película distópica y futurista sino retazos de un paisaje cotidiano al que alcanza con mirar para verlo. Entonces, se lo ignora y con indolencia se sigue indiferente o bien se toma conciencia y clara posición en la búsqueda de otras y otros para pensar y actuar construyendo alternativas solidarias por fuera de los ya conocidos juegos﷓trampa de este perverso sistema llamado capitalismo.

Carlos A. Solero

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