¿El oro o la vida?

Al mejor estilo de los saqueadores de caminos, con afán y codicia las empresas que impulsan la megaminería plantean la disyuntiva de la obtención de recursos del subsuelo al precio de contaminar ecosistemas y aniquilar toda expresión de vida, incluida la humana. Estos saqueadores cuentan con la anuencia de los jerarcas estatales.

Bien es sabido, y fue explicado con meridiana claridad por Karl Marx en el capítulo XXIV de su libro El Capital, que la acumulación originaria está amasada en sangre y lodo. Este aserto contundentemente demostrado por los hechos viene confirmándose en el continente americano desde el siglo XV.

Recientemente en la provincia de San Juan los pobladores de la Asamblea de Jachal que bloqueaban el establecimiento de la Barrick Gold han sido ferozmente reprimidos por fuerzas de choque y agentes estatales enviados por el gobierno provincial.

Estudios confiables realizados por instituciones de universidades públicas han detectado contaminación de las aguas con cianuro. La responsabilidad de esta siniestra situación es de la empresa minera de origen canadiense y cuenta con la complicidad de funcionarios estatales que pretenden minimizar el daño.

Además, en la provincia de Santa Fe continúan las maniobras para continuar con la fumigación de agrotóxicos y es también la instancia estatal la que brinda las coartadas legales para el envenenamiento masivo de la población.

Las consecuencias de este infame accionar conjunto están a la vista de todos: aumento y extensión de enfermedades letales en las zonas cercanas a las áreas fumigadas.

El modelo extractivista instalado en la región con la sojización y la megaminería son las expresiones más patéticas de la avanzada impiadosa del capital sobre nuestras vidas.

La alternativa es de hierro: o luchamos solidarios y autoorganizados o nos exterminan de un modo u otro.

Carlos A. Solero