CORREO
Verdugo
Este domingo (día de elecciones) fui a almorzar de mi hermano (mayor él), junto a su esposa e hijos (o sea, mi cuñada y sobrinos) y entre el partido de rugby de los Pumas se mechaba en el diálogo a quien uno votaría Tengo dos sobrinos con edad suficientes para votar por primera vez, y se animaron, arrojaron sobre la mesa su predilección política (¿política?) o simplemente sentir atracción por uno de los candidato. Mi asombro fue lábil, algo intuía pero sabía que no me gustaría. Ellos mis sobrinos no superan los 30 años pero se han acostumbrado, afortunadamente a emitir su sufragio, cada dos años.
Ahora bien, el nombre del candidato elegido salió rápido y hasta con convencimiento, sonó fuerte, con esa fuerza de cosas que a veces uno no quiere escuchar, pero oye, mastica, traga y duele... en realidad duele...
Uno de mis sobrinos trabaja como empleado y otro/a estudia abogacía. Su familia es de madre y padre trabajadores (mi cuñada, empleada doméstica, mi hermano, empleado mercantil), familia humilde. Bien, vuelvo al nombre elegido... Quizás algunos lectores ya lo hayan adivinado, quizás otros también lo hayan votado. Y en verdad (al menos reduciéndome al entorno de mi familia) sigo sin entenderlo. Siento que votaron a su propio verdugo. Cada uno es libre de decidir y eso vale enormes aplausos y grandes emociones pero al verdugo... Me sigo preguntando, al menos al que yo presiento como al que mejor le queda ese concepto, pérfido, nocivo, aciago.
Sonó fuerte en la mesa su nombre... o será que a mí me sonó así y me asusté. Sentí impotencia, me cuestioné rápidamente, por qué jóvenes, talentosos, creativos, divertidos pero también humildes de cuna, con una familia también la mía de orgullosa casta trabajadora, donde todo cuesta y el esfuerzo es consigna diaria, eligen así, toman como propio, como protector, o como signo de progreso social e individual al verdugo. Es difícil entenderlo, a la vez que también es fácil saberlo. La maquinaria del poder penetra en el llano de la sociedad y obtiene sus frutos. Nadie es culpable. Todos somos, en parte responsables.
Mis sobrinos eligieron al verdugo; y son jóvenes, los conozco, vienen de esencia humilde, de fichaje en el seno de una familia laburante, y duele. No termina de asimilarse, de más está decir que la elección es libre, soberana, individual, sin sentir ni tener derecho de juzgar a nadie. No estoy juzgando. Solo estoy tratando de entender.
Daniel Aristizabal
Licenciado en Comunicación Social
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