Sábado, 28 de noviembre de 2015 | Hoy
En la calle
Cuando uno es de un equipo de futbol, difícilmente hinche por otro, se ponga mal si pierde y hasta llore si hizo alguna mala campaña, es imposible. Por más que el otro equipo cuente con gran presupuesto, enormes figuras y todo el marketing, es imposible... El fútbol es pasión y ahí queda por eso es tan lindo.
Lo del domingo es otra cosa, y aunque suene raro, se da en el ámbito donde prima (o debe hacerlo) la razón. Bien, me propongo decir que quienes no son parte, jugaron para el otro equipo, y sin traición, lo dijeron, se mostraron, defendieron el resultado... Se alegraron.
Ahora, y sin entrar en descalificaciones, lo que me duele es no entender. Puede ser que esté ahí la explicación. Pero no la veo.
Y por no entenderlo, me golpea el desenlace. Es angustia, algo se nos fue de las manos y era tan lindo tenerlo, acompañarlo, hacerse dueño y así por el aire se fue. Y aunque algunas voces (compañeras) ya lo alertaban, uno se encaprichaba en no escucharlas, porque no se estaba a la espera de un resultado, se apostaba a la vida, a los sueños, al proyecto, a seguir sonriendo.
Y no pudo ser, quedará para nuevos días la autocrítica y no sé si tengo derecho a meterme. Siento que no me corresponde. Yo acompañe desde su génesis y de a poco me fue convenciendo de que valía la pena la apuesta. Ahora es otro presente, la moneda cayó para el otro lado y es legítimo lo que dejo como resultado.
Vuelvo (después de muchos años) a ser oposición y posiblemente esto sea volver a las calles, del lugar donde muchos hemos estado desde pibes: en los 80 por la democracia, en los 90 por la universidad pública, los genocidas en cana. En el 2000 por todo lo que nos había robado y a mitad de la década del 2000 hasta el presente para agradecer y seguir poniendo metas que seguimos creyendo que algún día llegaran.
Ahora, esas calles que nos conocen nos esperarán con un nuevo gobierno nacional que sabemos para donde se dirige, para quienes va a gobernar, por más discurso lírico, hasta místico diría, que se haya querido vender. Lo conocemos hace rato.
Y sí, sin rodeos, es tristeza, en el lugar en el que me encuentro, es angustia. Es bronca porque de nuevo lo bueno duró poco (12 años suena bien, pero para tanto por hacer, es poco) o quizás me engolosiné, quise que la película siguiera.
La calle es nuestro lugar, vuelve a serlo y ahí estaremos, resistiendo.
Daniel Aristizabal
Licenciado en Comunicación Social
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