CORREO › CARTAS DE LECTORES
En setiembre de 1930, luego del golpe de Estado del general Uriburu que instauró una dictadura cívico militar, comenzó una feroz persecución contra los luchadores sociales y los obreros revolucionarios. El primer fusilado de esa siniestra etapa histórica en la región Argentina fue el joven anarquista catalán Joaquín Penina, afiliado a la FORA del V Congreso. Secuestrado por fuerzas estatales, trasladado a la Jefatura de Policía, fusilado en las barrancas del arroyo Saladillo y que aún permanece como desaparecido. Con ese crimen de Estado los uniformados buscaban disciplinar a la clase obrera, y toda esa infame década y las que le siguieron buscaron doblegar la férrea voluntad del proletariado organizado en las sociedades de resistencia al capitalismo.
En setiembre de 1973 se produjo el alzamiento militar en Chile que puso en marcha una terrorífica etapa de secuestros, torturas, fusilamientos y desaparición forzada de personas. El general Pinochet y sus aliados civiles erigieron sobre los cadáveres de las mujeres y hombres insumisos el modelo neoliberal del capitalismo que dio sus primeros pasos más allá de la Cordillera de los Andes, dejando en esa sociedad marcas y secuelas contra las que aún combaten los seres humanos conscientes y no domesticados. Ese modelo, faz contemporánea del sistema del capital-mercancía, persiste bajo diversos ropajes y máscaras en diferentes territorios del mundo.
El 16 de setiembre de 1977, los esbirros del general Ramón Camps comenzaron la cacería de militantes estudiantiles secundarios que luchaban por sus justas reivindicaciones. Este luctuoso acontecimiento que aún debería avergonzar al conjunto de la sociedad argentina por su talante filicida pasó a la memoria popular como La noche de los lápices.
El 11 de setiembre de 2001 dos aviones colisionaron contra las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York, el emblema del corazón financiero de la principal potencia mundial. Este hecho puso en marcha las expediciones de EE UU hacia Afganistán con mayor intensidad y saña, lanzándose a la guerra global que aún persiste.
Todos los acontecimientos enumerados tienen un común denominador: ponen en evidencia el carácter tanático y destructivo de vidas del sistema que nos toca padecer para que se perpetúe la dominación, la explotación y la alienación social.
Carlos A. Solero
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