SOCIEDAD
La que habla es Susana Bartolomé, directora general del
Distrito Oeste. Y los proyectos que desea ver multiplicados
son aquellos que tratan de incluir a gente de una zona castigada.
› Por Sonia Tessa
Hay escenas más elocuentes que mil palabras. Sentada en su despacho, la directora general del Centro Municipal del Distrito Oeste, Susana Bartolomé, cuenta sobre los proyectos novedosos que se desarrollan allí a partir del presupuesto participativo. Está a cargo de una de las zonas más complicadas de la ciudad, y conoce las marcas que deja la exclusión en la vida de muchos de sus habitantes. Pero apuesta a la construcción y por eso le brillan los ojos al relatar los logros de los proyectos que desarrollan. Desde la ventana del despacho se ve la intersección de Godoy y 27 de febrero, con sus casas precarias. Sin golpear, entra un adolescente que habla con dificultad. El vive ahí nomás, frente al CMD. "Brian, estoy trabajando", lo reprende con afecto la funcionaria. El chico insiste durante unos minutos, pero luego se va. Enseguida le avisan que Brian la reclama afuera. Con paciencia, ella sale, le explica algo, y vuelve a sentarse en su escritorio. Cuenta que el niño, de 13 años, no tiene problemas neurológicos sino secuelas de violencia y es asistido por un equipo interdisciplinario que definió la necesidad de ponerle límites. Pero también sonríe: "Forma parte de nuestro proyecto de animadores sociales". La iniciativa que la enorgullece se desarrolla con adolescentes y jóvenes de 13 a 24 años, con la participación comunitaria como canal de inclusión social.
El proyecto de animadores sociales forma parte del presupuesto participativo. Es una de varias iniciativas originales que se desarrollan en ese distrito, con el objetivo de multiplicar y fortalecer la organización social y la participación de la gente. "Mi desvelo es cómo cada uno de estos proyectos logra multiplicarse y comprometer a nuevos vecinos", apunta Bartolomé.
"Los animadores sociales son jóvenes que están formados desde la perspectiva de los derechos humanos y género, con habilidades para animar, y eso también significa animarse. Y podemos pensar que animar es dar vida", define Bartolomé. En los grupos de animadores sociales, los chicos plantean sus problemáticas entre pares, y realizan talleres de formación durante todo un año. Comenzaron en 2005, y ese año el tema que los convocó fue la discriminación, con su sucedáneo, las detenciones indebidas. De hecho, en bulevar Seguí y Pedro Lino Funes puede leerse un mural sobre los derechos de los jóvenes realizado por un grupo de 20 animadores sociales.
El año pasado, salió el trabajo en adicciones, pero a partir de la necesidad de apropiarse del espacio público. "Salió que en las plazas están los que se drogan, los que venden, que estaban rotas. O que no podían estar ahí por las malas juntas. Entonces trabajamos cómo salir a ocupar el espacio público organizadamente, y por supuesto el tema de las adicciones", relató Bartolomé. El origen de este proyecto que tanto la enorgullece estuvo en el grupo de jóvenes de la vecinal 13 de marzo, que trabaja desde hace siete años.
Este año, el tema elegido fue la sexualidad y el embarazo adolescente. La formación apunta a convertirlos en multiplicadores de la temática y agentes de prevención entre sus pares. "Se trabaja lo que traen los chicos. Lo hacemos desde el juego, desde instancias lúdicas, desde poner el cuerpo. Respetamos la sensualidad que traen, lo que tienen en su cabeza, aquello que los moviliza a venir", describe Bartolomé. Pero lo que más le gusta es cómo los talleres se convirtieron para los chicos en un espacio de encuentro. "El distrito oeste los sábados a la tarde parece un boliche bailable. Porque los chicos vienen con ese mismo efecto. Piensan en la ropa que se van a poner, tienen expectativas. Es un lugar de encuentro, donde además se debaten todas estas cosas", se entusiasma.
El corolario del primer año de formación como animadores sociales es el campamento. Allí está prohibido llevar alcohol o las drogas. La propia directora del distrito, junto al equipo de trabajo, coordina los campamentos. "El que no cumple la regla es sancionado, y puede llegar a volverse a su casa. Cuando termina el fin de semana, se entusiasman porque pudieron divertirse sin consumir o emborracharse. Claro que no se puede hacer un campamento todos los días, o cada vez que alguien les ofrece drogas", indicó Bartolomé.
Después del primer año de formación, los animadores sociales continúan su trabajo, pero ya en el territorio, llevando adelante aquello para lo que fueron formados. "Este año los juntamos a todos y les preguntamos sobre qué les interesaba trabajar, qué problema de su barrio querían abordar como animadores. Y vamos con ellos una vez por semana, para que sostengan sus reuniones y para colaborar en la organización", relata Bartolomé, quien sin embargo subraya: "Los que organizan son ellos. Nosotros seguimos formándolos para que ganen en autonomía". Para ella, es importante cambiar el concepto del Estado. "En estos sectores se tiende a pensar que participar es venir a demandar, que se trata de prender una goma y ya está. En cambio, con los chicos trabajamos cómo realizar proyectos sin recursos, y cómo obtenerlos, y al último lugar donde vamos a pedirlos es al Estado", indica la funcionaria. Y desde allí despliega el concepto: "Este Estado otorga los recursos a quienes estén organizados".
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