Mar 17.02.2015
rosario

SOCIEDAD › UN RECORRIDO POR LOS LUGARES DONDE SE FESTEJó EL CARNAVAL ROSARINO

Bailando y jugando en la ciudad

A lo largo y ancho de la ciudad se multiplican los corsos: carnaval carioca, carnaval criollo, raíces europeas y fuentes originarias, propuestas autogestivas, iniciativas privadas y oferta municipal. Es carnaval en el centro y en los barrios.

› Por Julia Comba

Avenida 27 de Febrero, corte de una mano a la altura de Laprida. Los conductores tienen que desviar, aunque ninguno toca bocina ni insulta a grito pelado. El humo no es de cubiertas que se queman, sino de las carnes que empiezan a entibiarse en la parrilla del buffet. Banderines rojos, verdes, amarillos y negros surcan el cielo de esta tarde calurosa, primer día de carnaval en la ciudad, y los primeros disfrazados empiezan a llegar para quedarse.

El escenario está armado, los presentadores aclaran la garganta y dan la bienvenida al séptimo corso organizado por la murga Okupando Levitas. "Somos una murga joven, pero con la cabeza bien metida en la historia", dice Gero, uno de los fundadores del grupo y pide que se lo llame así, simplemente Gero. Después dirá que le hubiese gustado crecer esperando, año a año, la llegada del carnaval. Entonces tal vez, recordaría la ansiedad por el regreso de febrero y de estos días donde está todo bien con tirarle agua a la vecina, pintarle la cara de espuma a un desconocido, caminar por la calle disfrazado del personaje preferido y jugar a ser otro, sin que nadie se ofusque. No tuvo esa oportunidad siendo chico y ahora, con 36 años, toma revancha: "Defendemos lo popular y lo gratuito y queremos que a los espacios públicos pueda venir la familia a compartir un rato. Nuestra idea es que un pibe de ahora crezca bailando y jugando acá, en 27 y Laprida".

Cuando Gero nació, los feriados de carnaval que se habían instituido en 1956, ya no existían. En 1976, la última dictadura cívico militar puso punto final a esos días no laborales aboliéndolos por decreto. Mucho tiempo después, murgas de todo el país comenzaron a organizarse en diversas marchas para reclamar la restitución de los feriados, un pedido que fue reconocido en 2010.

Pero el carnaval existe desde tiempos inmemoriales y sus orígenes no están del todo claros. Algunos autores proponen que sería una herencia de la cultura popular de la Antigüedad pagana, y otros sostienen que estaría ligado a la liturgia cristiana medieval: unos días de desinhibición y locura que acaban el miércoles de ceniza, cuando comienza la abstinencia de la cuaresma. Sea cual sea su nacimiento, el carnaval provocaba que los sectores populares invadieran el centro urbano, que se trastocaran las normas morales y que se disolvieran las diferencias, de todo tipo, detrás de las máscaras y disfraces. Por eso las autoridades españolas se ensañaron con ellos en tierras americanas y similar justificación habrá sostenido la junta militar en el '76.

"¡Apretá el pomo que es carnaval!", grita el presentador a una muchedumbre que crece a medida que cae el sol y multiplica, como panes y peces, las reposeras y los termos. Ya son varios los que se suman a bailar frente al escenario, cuerpos que se liberan detrás de un disfraz o una máscara y rostros sin ocultarse que se tiñen con las luces de colores que comienzan a encenderse. Los chicos inician, con prisa y sin pausa, esta guerra sin sangre en la que gana el que más espuma recibe. Una niña baila vestida de adulta, una adulta baila disfrazada de bebé. Es que la existencia de carnaval, ya lo escribió el teórico ruso Mijail Bajtín, "es una especie de vida al revés". Las imágenes de esta fiesta son siempre dobles y reúnen dos polos del cambio: nacimiento y muerte, bendición y maldición, juventud y decrepitud, negación y afirmación.

Sentada en una reposera, al lado de su mamá, Yanina aplaude a la murga Caídos del Puente que acaba de comenzar su presentación. Vive con su marido en el barrio Sindicato de la Carne y guardó en su memoria de niña las imágenes del carnaval: "Yo estaba en los brazos de mi papá y veía a toda la gente llena de espuma por la calle Oroño. Eran días de algarabía y de paz. En el barrio era el carnaval de agua, con vasos y baldes y después ir a ver la comparsa". Yanina está feliz de que se haya restituido el feriado: "Me parece que le estamos dando importancia a algo culturalmente nuestro, que tiene que ver con nuestra raíz. El carnaval es distracción y recordar cosas lindas, son días para unirnos y sentirnos juntos acá y pasar un momento lindo".

Más temprano, una caravana de cabezudos y disfrazados llegó a este corso escoltada por los tamboreros y las bailarinas de Candombe Hormiga. Eran los niños y adultos que participaron del Taller de Carnaval organizado por la Biblioteca Vigil en el que, a lo largo de cuatro sábados, construyeron sus propias máscaras. "La consigna del taller fue inventar un personaje que saliera del corazón, que fuera auténtico", cuenta Corina, de la Biblioteca Vigil. Aunque al principio tenían dudas, la propuesta terminó superando las expectativas y recibieron no sólo niños sino también adultos que se acercaron a poner manos en el engrudo.

Durante la caminata, una vecina se les acercó para sacarse una foto. Por esas cosas de la Historia, eligió posar junto al carbonero, un personaje mítico en la historia fundacional de Vigil. "Rubén Naranjo lo describió en una revista y hoy armamos este personaje de manera espontánea. Está bueno poder disfrutar de eso y recuperar la actividad pública", cuenta Juan quien rescata la importancia simbólica del carnaval en el barrio: "Vivimos abarrotados de imágenes construidas por el capital financiero. Acá la imagen y la estética es otra, es desde el barro, es más bastarda, por suerte".

"Nuestra revancha es la alegría", dice Lucas, integrante de la Comisión Directiva, y la frase tiene el peso de la historia de la Vigil y del enorme trabajo institucional que aún queda por hacer. Por eso, un taller simple y auténtico terminó siendo vital para el grupo: una excusa para encontrarse, reírse y crear juntos. Una vivencia de carnaval.

A lo largo y ancho de toda la ciudad se multiplican los corsos: carnaval carioca, carnaval criollo, raíces europeas y fuentes originarias, propuestas autogestivas, iniciativas privadas y oferta municipal. Es carnaval en el centro y en los barrios. Se mezcla el circo con las plumas, la murga uruguaya y la porteña, el rey momo con la reina de la comparsa, el espectáculo en escenario y el juego en la calle.

Las comparsas Los Herederos, Rekebra, Libertad, Percusión Oeste, Bahía Rosarina, Imperio del Sol y Tropicana Ilusión inauguran el nuevo corsódromo que la Municipalidad montó en avenida Belgrano. Es temprano y el público no abunda en este primer día de carnaval, pero músicos y bailarines, acostumbrados al predio de la ex rural, se deslumbran con el nuevo espacio para el desfile.

Leticia no quiere develar su edad. Tiene el pelo gris, vive en zona Oeste y se sonroja al hablar. "El carnaval es hermoso", dice con toda la simpleza del mundo y el brillo de sus ojos opaca el de las lentejuelas blancas y azules de su traje. Está junto a su hija María Isabel y a su mamá, Miriam, con quienes acaba de desfilar, a pesar de la timidez, los 250 metros del corsódromo. Tres generaciones que, hace minutos, agitaban las polleras y ahora se apuran en subir al ómnibus que las llevará de vuelta a la zona oeste. Por altoparlantes, el locutor pide al público que no tire espuma a los comparsistas mientas desfilan. Es raro pero sí, pide eso.

Arriba, en el Anfiteatro, la murga de estilo uruguaya Los Vecinos Re Contentos abre la programación de estos cuatro días de carnaval. Con humor ácido, vestidos de villanos, desparraman críticas a diestra y siniestra. Después será el turno de Cafundó, orquesta de vientos y percusión que pone a bailar a un público que recién está despertando a los festejos.

Diferentes formas de vivir el carnaval, a pocas cuadras unas de otras. Todas valen, aunque lo importante sea, siempre, mantener el juego. "El carnaval es un espectáculo que se desarrolla sin rampa y sin separación entre actores y espectadores. Todos sus participantes son activos, todos comunican en el acto carnavalesco. No se mira el carnaval, y para ser más exactos, habría que decir que ni siquiera se lo representa sino que se lo vive", escribió Bajtín hace muchos años. Y no hace tanto, el historiador local Ricardo Falcón, alertó sobre una constante tendencia de las clases "encumbradas" a disminuir lo lúdico en las festividades, especialmente en el carnaval: "Crecientemente, la idea era la de convertir la fiesta en espectáculo, en el cual la participación popular fuese principalmente receptiva". ¡A jugar entonces señora, que hay que resistir!

Se acercan las dos de la madrugada en la avenida Pellegrini. Algunos restaurantes empiezan a levantar las sillas cuando dos colectivos repletos atraviesan la vena gastronómica de la ciudad. En el primero, las plumas asoman por la ventana y los gritos se cuelan en el aire; en el segundo viaja una batucada que se quedó con ganas e inunda la calle de música. Atrás de ellos, una moto arrastra un carro que carga con algunos tambores. Regresan los cabezudos al hogar. Se apaga el primer día de carnaval.

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