Jue 27.09.2007
rosario

PSICOLOGíA › LA TRANSFERENCIA EN EL ANALISIS DE UN NIÑO

Metamorfosis de la pubertad

La psicoanalista porteña Alba Flesler dará una conferencia en Rosario, la semana que viene, invitada por la Facultad de Psicología. Además será declarada Huésped Oficial de la UNR.

Alba Flesler es miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires en la cual dicta un Seminario anual sobre psicoanálisis de niños. Publicó recientemente El niño en análisis y el lugar de los padres (Paidós), libro que presentarán la Psicóloga Dora Bentolila y la doctora Cristina Sáenz, previo a la conferencia. A continuación transcribimos las respuestas a dos preguntas que oportunamente le hicieran.

-¿Qué lugar ocupa la transferencia en el tratamiento con niños y adolescentes?

-Es una pregunta esencial para quienes atendemos niños y adolescentes, en la medida que el psicoanálisis fue creado por Freud para pacientes adultos y el abordaje de aquellos que no respondían al marco tradicional generó respuestas disímiles y muchas veces cerradas a la pregunta por la especificidad de los tiempos del sujeto cuando está en curso la infancia.

En 1933, en sus "Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis", Freud plantea una diferencia entre el análisis de niños y el de adultos. Lejos de ser un aspecto técnico, la refiere a una cuestión ineludible para el fundamento mismo de un análisis. Se trata de la transferencia. Con precisión, afirma que ella tiene, en el análisis de un niño, otro papel, y la causa de ello es que los progenitores reales siguen presentes. Sin duda, ningún analista desconoce en cuánto difiere el lugar de los padres como presencia fantasmática en el análisis de adultos, de su presencia real en la infancia. Sin embargo, esta distinción no se establece como una sustitución repentina, sino en virtud de tiempos discontinuos. Acentuando la incidencia del valor temporal, es más justo decir que en el análisis de un niño los progenitores reales siguen presentes aún. Pues luego siguen presentes, ya no como padres reales de la infancia, sino como padres del fantasma. Pero ¿qué ha de ocurrir para que se opere una sustitución de lo real a lo fantasmático? Ningún tránsito se genera por causalidad espontánea. Los tiempos de la infancia tampoco. Al reconocer la infancia como un tiempo en curso, y atendiendo al hecho constatable que la presencia de los padres no es banal o puramente fenomenológica, sino de estructura, Freud señala la especificidad de la intervención del analista con los padres, otorgándole estatuto de influjo analítico. Pero no explica exactamente a qué se refiere. Ello dista, a mi entender, de proceder a psicoanalizarlos. Los padres llegan al consultorio del analista por muy diversas vías. Solemos decir que por ellos comienza la consulta, pero lo cierto es que no siempre ellos consultan. Más compleja aún es la situación cuando los padres llegan enviados. Dado que la operatividad del analista jamás podría eludir el rostro transferencial, ¿cómo debemos entender la distinción entre padres reales y padres fantasmales al considerar el tema de la transferencia? Una vez más, el carácter temporal resulta esclarecedor. Al analizar niños debemos distinguir los tiempos constituyentes de la transferencia, de los constituidos que le siguen.

-¿En la actualidad qué lugar ocupan los padres en el ejercicio de la autoridad con respecto a sus hijos?

-La autoridad y su ejercicio es un tema de gran preocupación que felizmente está siendo considerado desde diferentes ámbitos, ya ha traspasado la escena privada familiar y se ha puesto en evidencia con estridentes manifestaciones en el ámbito público. Por ejemplo, la violencia escolar, las trasgresiones de la ley en el espacio social, requieren un debate sobre las condiciones actuales del ejercicio de la autoridad. En un texto de 1905 llamado "Metamorfosis de la Pubertad", Freud decía que uno de los logros psíquicos más importantes, pero también más dolorosos, del período de la pubertad es el desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores, el único que crea la oposición, tan importante para el progreso de la cultura, entre la nueva generación y la antigua. Sin embargo, para que sea posible desasirse de la autoridad, es preciso que haya habido autoridad. A mi modo de ver, cuando falla la autoridad en los tiempos de la infancia, el sujeto en lugar de desasirse se deshace literalmente.

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