PSICOLOGíA › MEMORIA DE EMILIO RODRIGUÉ, FALLECIDO EN BAHIA
El 21 de febrero falleció Emilio Rodrigué en Bahía (Brasil). Emilio fue un psicoanalista y escritor argentino fuera de serie. Algunos hitos de su trayectoria lo demuestran.
Comenzó su formación psicoanalítica en la Asociación Psicoanalítica Argentina. Pero en la década del 50 decidió viajar a Londres donde continuó su aprendizaje con figuras como Melanie Klein, Paula Heimann y Wilfred Bion. Al volver al país, volcó sus nuevas experiencias, siendo uno de los pioneros de los trabajos psicoanalíticos con grupos. Fue coautor junto a Marie Langer y León Grinberg del primer libro escrito en castellano acerca de la temática: Psicoterapia de Grupo (1957).
Sus múltiples intereses e inquietudes lo llevaban a transitar distintas experiencias y distintos lugares. En la década del 60 pasó cuatro años en la comunidad terapéutica de Austin Riggs, Massachussets, EE.UU. El resultado de este paso fue el libro Biografía de una comunidad terapéutica. Paralelamente comenzó a escribir ficción. En 1969 publicó su novela Heroína, libro que fue un best seller. Años después fue llevado al cine por Raúl de la Torre, protagonizado por Graciela Borges, Eduardo Pavlovsky y Lautaro Murúa. El propio Rodrigué actuó en la película.
A principios de los 70 se integró al grupo Plataforma, que junto al grupo Documento, renunciaron a la Asociación Psicoanalítica Internacional por motivos ideológicos a fines de 1971. Entonces también era presidente de la regional Capital de la Federación Argentina de Psiquiatras.
En 1975 se fue del país para radicarse en Bahía (Brasil). Siguió escribiendo ficción, con una serie de novelas como El Antiyoyó (1977) y La lección de Ondina (1980). Pero también con aportes importantes en el campo psicoanalítico con El Paciente de las 50.000 horas (1977) y
especialmente con una de las mejores biografías del creador del psicoanálisis: Sigmund Freud. El siglo del psicoanálisis (1996).
Su último viaje a la Argentina fue para presentar La respuesta de Heráclito, texto que tuvimos el honor de publicar por la Editorial Topía en 2006. En esa ocasión tuvimos un encuentro que pinta de cuerpo entero a Emilio. Su pasión y su vitalidad. Los editores fuimos a buscarlo a Ezeiza. Era un domingo a la noche y el avión estaba anunciado a las once, pero llegó finalmente dos horas más tarde. En el camino de vuelta del aeropuerto comenzamos a charlar apasionadamente de la situación en Argentina, de política, de historia del psicoanálisis, de la vida. Llegamos a la casa del director, donde pasaría esa noche, ya que al otro día tenía un reportaje a las 8 de la mañana. Eran las 2 de la madrugada y supusimos que un largo viaje en avión y la hora era mucho para alguien de más de 80 años. Le preguntamos si quería irse a dormir. Sin embargo, Emilio dijo que no. Simplemente nos pidió una cerveza fría, encendió otro cigarrillo y continuamos la charla un par de horas más. Al otro día se levantó puntualmente y se puso a ver cómo había quedado su nuevo libro.
Los que hacemos la revista Topía despedimos con gran pesar a nuestro querido y gran colaborador. Lo extrañaremos.
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